En este día, comparto con todos vosotros esta hermosa
meditación que me ha llegado.
Feliz y Santo día del Amor Fraterno.
Sí; y al pronunciar esta frase “HOY ES JUEVES SANTO”,
sentimos algo muy especial. Día de amores infinitos, amores
desbordados, hasta el extremo. Hoy nos sentimos más hermanos,
más cerca, más unidos.
Sobran las palabras. Una imagen nos lo dice todo. Al verle
arrodillado ante cada apóstol en el gesto servicial de lavar
los pies descubrimos lo que fue su vida y el sentido de nuestra
existencia. Sin palabras nos enseña que el amor al prójimo,
sin límites, y arrodillado si hace falta, es el distintivo
del discípulo de Cristo.
¿Qué quieres que hagamos por Ti, Señor? ¡Que os améis!
Sólo eso os pido. Nada más y ¡nada menos!.
¿Qué quieres que hagamos por Ti, Señor? ¡Que perpetuéis
mi memoria! Que no levantéis otra copa sino aquella que
contiene mi sangre derramada por vosotros. ¿Seréis capaces?
¿No entraréis en el dulce sueño como lo hicieron los míos
cuando más los necesitaba?
Hoy es Jueves Santo. Hoy todos estamos invitados a cenar.
Tenemos una cita. Es cena de despedida. Tristeza,
nostalgia, todo bañado de emoción. Tarde-noche de
corazones abiertos, de confidencias íntimas. Cada templo
hoy es un cenáculo. Alrededor de cada altar, en familia,
los cristianos nos reunimos este día en el que alguien dijo
“más se ha amado en toda la historia”. Hoy convergen
la Eucaristía, el amor fraterno y el sacerdocio. Tres
momentos de un mismo paso. La Eucaristía confiada a
la Iglesia mediante el Orden Sacerdotal es memorial
de su entrega. Desde ella somos enviados a hacernos
también nosotros pan, un pan partido, y compartido para el
mundo.
Hoy te invito, quien quieras que seas, a que vivas este
misterio tan grande. Que nada te distraiga. Haz silencio.
Entra en ti mismo. Acércate. Te espera. Te esperamos.