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General: JESÚS, EL
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Sariasm  (Mensaje original) Enviado: 20/01/2013 11:54

 

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JESÚS COMO «AMIGO DE FAMILIA»

Invitaron a Jesús a unas bodas en Caná de Galilea

¿Qué ha querido decirnos Jesús aceptando participar en una fiesta nupcial?

Sobre todo, de esta manera honró, de hecho, las bodas entre el hombre y la mujer, recalcando, implícitamente, que es algo bello, querido por el Creador y por Él bendecido.

Pero quiso enseñarnos también otra cosa. Con su venida, se realizaba en el mundo ese desposorio místico entre Dios y la humanidad que había sido prometido a través de los profetas, bajo el nombre de «nueva y eterna alianza».

En Caná, símbolo y realidad se encuentran: las bodas humanas de dos jóvenes son la ocasión para hablarnos de otro desposorio, aquél entre Cristo y la Iglesia que se cumplirá en «su hora», en la cruz.

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Relaciones entre hombre y mujer

Si deseamos descubrir cómo deberían ser, según la Biblia, las relaciones entre el hombre y la mujer en el matrimonio, debemos mirar cómo son entre Cristo y la Iglesia. Intentemos hacerlo, siguiendo el pensamiento de San Pablo sobre el tema (Efesios, 5, 25-33).

En el origen y centro de todo matrimonio, siguiendo esta perspectiva, debe estar el amor: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella».
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Esta afirmación –que el matrimonio se funda en el amor– parece hoy darse por descontado… Durante siglos y milenios, el matrimonio era una transacción entre familias, un modo de proveer a la conservación del patrimonio o a la mano de obra para el trabajo de los jefes, o una obligación social. Los padres y las familias eran los protagonistas, no los esposos, quienes frecuentemente se conocían sólo el día de la boda.
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Jesús, sigue diciendo Pablo, se entregó «a fin de presentarse a sí mismo su Iglesia resplandeciente, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida». ¿Es posible, para un marido humano, imitar, también en este aspecto, al esposo Cristo? ¿Puede quitar las arrugas a su propia esposa? ¡Claro que puede! Hay arrugas producidas por el desamor, por haber sido dejados en soledad. Quien se siente aún importante para el cónyuge no tiene arrugas, o si las tiene son arrugas distintas, que acrecientan, no disminuyen la belleza.
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Y las esposas, ¿qué pueden aprender de su modelo, que es la Iglesia? La Iglesia se embellece únicamente para su esposo, no por agradar a otros. Está orgullosa y es entusiasta de su esposo Cristo y no se cansa de tejerle alabanzas. Traducido al plano humano, esto recuerda a las novias y a las esposas que su estima y admiración es algo importantísimo para el novio o el marido.

A veces, para ellos es lo que más cuenta en el mundo. Sería grave que les faltara recibir jamás una palabra de aprecio por su trabajo, por su capacidad organizativa, por su valor, por la dedicación a la familia; por lo que dice, si es un hombre político; por lo que escribe, si es un escritor; por lo que crea, si es un artista. El amor se alimenta de estima y muere sin ella.
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Pero existe una cosa que el modelo divino recuerda sobre todo a los esposos: la fidelidad. Dios es fiel, siempre, a pesar de todo. Hoy, esto de la fidelidad se ha convertido en un discurso escabroso que ya nadie se atreve a hacer. Sin embargo el factor principal del desmembramiento de muchos matrimonios está precisamente aquí, en la infidelidad. Hay quien lo niega, diciendo que el adulterio es el efecto, no la causa, de las crisis matrimoniales. Se traiciona, en otras palabras, porque no existe ya nada con el propio cónyuge.
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Pero volvamos al episodio del Evangelio. Sucede en todo matrimonio lo que ocurrió en las bodas de Caná. Comienza en el entusiasmo y en la alegría (de ello es símbolo el vino); pero este entusiasmo inicial, como el vino en Caná, con el paso del tempo se consume y llega a faltar. Entonces se hacen las cosas ya no por amor y con alegría, sino por costumbre. Cae sobre la familia, si no se presta atención, como una nube de monotonía y de tedio. También de estos esposos se debe decir:
«¡No les queda vino!».
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Una vía para no caer en esta situación o salir de ella si ya se está dentro: ¡invitar a Jesús a las propias bodas! Si Él está presente, siempre se le puede pedir que repita el milagro de Caná: transformar el agua en vino. El agua del acostumbramiento, de la rutina, de la frialdad, en el vino de un amor y de una alegría mejor que la inicial, como era el vino multiplicado en Caná. «Invitar a Jesús a las propias bodas» significa vivir el Evangelio en la propia casa, orar juntos, acercarse a los sacramentos, tomar parte en la vida de la Iglesia. Que Jesús se convierta en el amigo de ambos. ¡Un «amigo de familia»!

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

predicador de la Casa Pontificia



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: VAINICA Enviado: 20/01/2013 15:00
Cuando se admite al Señor en el matrimonio, Él acompaña , ayuda y da fuerza
 para caminar unidos en los buenos y en los malos momentos
 y convierte el agua en vino...
 
 


 
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