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General: LA PRIMERA HOMILÍA DE JESÚS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Sariasm  (Mensaje original) Enviado: 27/01/2013 21:29

LA PRIMERA HOMILÍA DE JESÚS

Hay que reconocer que se necesita originalidad, coraje y decisión para actuar como actuó Jesús. Pasa unos 30 años oculto en un pueblecito casi desconocido y hasta de mala fama (Lc.3,23; “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” Jn.1,46). Nada de altos estudios; un humilde oficio (probablemente) de carpintero, aprendido y ejercido al lado de su padre, José. Nosotros hubiéramos pensado: ¡Qué años más perdidos para un Mesías! Por algo Lucas, ante este proceder, descubre siempre en Jesús una inspiración superior del Espíritu Santo. Un día oye que su primo Juan está bautizando en el Jordán, y allá se dirige. La presencia del Espíritu en forma de paloma y la voz del Padre declarándole su Hijo Predilecto, constituyen el espaldarazo y señal para iniciar su función mesiánica.

”Lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto”(Lc.4,1).

Impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea (Ib.14)...

Fue a Nazaret, donde se había criado,

entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados,

y se puso en pie para hacer la lectura.

Es interesante esta descripción de Lucas. Descorre un poco el velo de la vida oculta de Jesús, el Mesías enviado de Dios. Lucas la hace girar siempre en torno al centro religioso: el Templo o la sinagoga. Comienza en el Templo con el anuncio del nacimiento de Juan (Lc.1,5ss); en la sinagoga comienza su ministerio mesiánico; y finaliza en el Templo con los sucesos de semana santa (Ib.24,50ss).

La liturgia de la sinagoga tenía cierta semejanza con nuestras paraliturgias. Constaba generalmente de dos lecturas. La primera se tomaba del Pentateuco (la Ley), e iba seguida de un comentario a cargo de un letrado o doctor de la Ley. La segunda, tomada de los profetas, podía leerla y comentarla cualquier asistente que tuviera 30 o más años.

Jesús que “tenía treinta años cuando empezó su ministerio” (Lc.3,23),

se puso en pie para hacer la lectura…

Le entregaron el libro del profeta Isaías y,

desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,

para anunciar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista”.

Devolvió el texto y se sentó. Luego comenzó su comentario—su ‘primera homolía en la sinagoga—diciendo:

“Hoy,

en presencia vuestra,

se ha cumplido este pasaje de la Escritura”

Preciosa homilía, que sólo Jesús podía pronunciar: bíblica, apologética, brevísima (para cuantos buscamos homilías breves) y síntesis doctrinal de todo el evangelio.

Pero a sus paisanos de Nazaret no los convenció. “Y decían:

Pero, ¿no es éste el hijo de José?

Veían demasiado al hombre Jesús, que siempre desconcierta nuestros criterios, demasiado terrenos. ¡Con lo fácil que hubiera podido ser todo para Jesús! ¡Entrar en el mundo sembrando milagros a diestro y siniestro! Hasta sus propios paisanos se hubieran sentido orgullosos. El propio Jesús lo reconoce:

“Seguro que me diréis aquel refrán:

‘médico, sánate a ti mismo’.

Lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm,

hazlo aquí, en tu ciudad” Lc.4,23).

Una entrada triunfal así [al estilo de las películas de romanos celebrando el ‘Triumphus’ de los generales victoriosos] hubiera convencido sin duda a los nazaretanos. Pero no es éste el estilo de Dios, ni el de Jesús que se identifica enteramente la voluntad del Padre. (Para una vez que ensayará la ‘entrada triunfal en Jerusalén’, no hallará más que un borrico por carroza y unos pocos discípulos de buena voluntad para vitorearle).

Tampoco es éste el estilo de la fe auténtica. Tal vez queremos creer, a veces, a nuestro estilo, a vista de milagros, con evidencia; y no nos damos cuenta de que esta ‘fe evidente’ no existe, no es fe. Jesús se lo dijo al apóstol Tomás: “Porque me has visto, Tomás, has creído; dichosos los que crean sin haber visto” (Jn.20,29).

Pienso que el verdadero milagro cristiano consiste en que Cristo, el Milagro transcendente de Dios, por el que fueron creadas todas las cosas (Jn.1,3), se hizo hombre por amor, como reflejo o Palabra de Dios que es igualmente amor. Éste es Jesús, y esta es la enseñanza de su primera homilía:

anunciar el Evangelio a los pobres,

a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista.

Es decir, amar con obras a cuantos lo necesiten, como los ama Dios. “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas—símbolo de los más indigentes—en su necesidad”, corrobora el apóstol Santiago (1,27).



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: VAINICA Enviado: 28/01/2013 15:01
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,

para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista”.

 
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