Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. Qué es el hombre para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.
Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, todo lo sometiste bajo sus pies.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.
Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel; él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro Dios, que cubre el cielo de nubes, preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes, para los que sirven al hombre; que da su alimento al ganado y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos, no estima los jarretes del hombre: el Señor aprecia a sus fieles, que confían en su misericordia.
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de tí; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
El envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza;
Hace caer como el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dió a conocer sus mandatos.
Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes. Alabadlo, espacios celestes y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron. Les dió consistencia perpetua y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar, rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes,
montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros, fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: "rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo".
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: "yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor; El me ha dicho: "Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: "¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?"
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Misericordia, Señor, que desfallezco; cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuando?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma, sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca, y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí, los malvados, porque el Señor ha escuchado mis sollozos; el Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos, que avergonzados huyan al momento.
Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio.
Señor, Dios mío: si soy culpable, si hay crímenes en mis manos, si he causado daño a mi amigo, si he protegido a un opresor injusto, que el enemigo me persiga y me alcance, que me pisotee vivo por tierra, apretando mi vientre contra el polvo.
Levántate, Señor, con tu ira, álzate contra el furor de mis adversarios, acude, Dios mío, a defenderme en el juicio que has convocado. Que te rodee la asamblea de las naciones, y pon tu asiento en lo más alto de ella. El Señor es juez de los pueblos.
Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente, tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo.
Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día: si no se convierten, afilará su espada, tensará el arco y apuntará. Apunta sus armas mortíferas, prepara sus flechas incendiarias.
Mirad: concibió el crimen, está preñado de maldad, y da a luz el engaño. Cavó y ahondó una fosa, caiga en la fosa que hizo, recaiga su maldad sobre su cabeza, baje su violencia sobre su cráneo.
Yo daré gracias al Señor por su justicia, tañendo para el nombre del Señor altísimo.
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea;
Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él? ¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende; toca los montes, y echarán humo; fulmina el rayo y dispérsalos; dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para tí el arpa de diez cuerdas: para tí que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.