Afuera la lluvia, persiste con calma adentro, el silencio, adentro, el dolor Unos ojos tristes, que a través de un vidrio reflejan un alma, sin fe y sin amor.
El día es un velo, de grises colores la calle, un espejo, el viento, un cantar y esas gotas blancas, que empañan el vidrio también sobre un rostro, parecen jugar.
Ya cae la tarde y la lluvia sigue bañando las sombras, también la ansiedad de un alma que quiere, que esa agua de cielo limpie las heridas, de su soledad.
La noche mitiga, las iras del tiempo la luna curiosa, comienza a asomar y en los ojos tristes, que miran perdidos mil luces de plata, parecen brillar.
Llega un nuevo día y un sol expectante eclipsa el espejo, apaga el cantar más sus rayos tibios, que emite brillantes la lluvia de un rostro, no pueden secar.
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