LA CULTURA DEL REGALO
Es mejor regalar que retener. Los Magos venían con regalos para el niño Rey. Era una actitud generosa. Sus regalos, además, no eran simples objetos de consumo, sino que tenían significación acertada: oro, como a rey, incienso, como a Dios, mirra, como a Redentor. Sus regalos estaban cargados de fe y de ternura.
Estaba ya anunciado proféticamente: «Te inundará una multitud de camellos (...) Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor» (cf Sal 71,10-11).
Los camellos y los cofres son símbolos de la generosidad de los príncipes. Ojala que esta generosidad se multiplicara. Porque el niño pobre sigue ahí, en el corazón del mundo.
Es bueno regalar, siempre que no se haga por secundar las leyes del mercado o por quedar bien o por mera correspondencia o por seguir la norma establecida.
Hagamos regalos para cultivar la ilusión y la amistad. Hagamos regalos desde el cariño, la estima y los mejores deseos. Hagamos regalos personalizados y creativos. No es el valor material del regalo lo que importa, sino el motivo, la finalidad y el signo. Cada regalo puede llegar a ser un memorial y cuasi un sacramento de gracia. En cada regalo que hago puede haber algo mío o mucho mío.
Se puede pecar por defecto o por exceso. Entre nosotros más lo segundo que lo primero. Al niño lo agobiamos con regalos; la ilusión le dura el tiempo que tarda en abrirlos. Después los colecciona hasta que se aburre; es el momento de darlos a los pobres... ¡que hipocresia de caridad!
Cuando regalamos a los niños debiéramos hacemos un poco niños, ilusionados con los niños, y jugar con ellos... El mejor regalo siempre será la ilusión compartida y el cariño.
Y, hablando en cristiano, no perdamos de vista la dimensión teológica del regalo. Lo que hacemos con los niños pobres, enfermos, huérfanos, abandonados... se lo hacemos al niño Jesús. Lo que damos a estos niños se lo damos a Dios.
Es un gran honor que podamos hacer regalos a Dios, que él acepte y agradezca nuestros regalos. Pero, nunca lo olvidemos, Él nos regaló primero.