Padre bueno, nos ponemos en tus manos al inicio de esta Cuaresma,
para que hagas de nosotros lo que tú quieras porque tú sabes lo que más nos conviene y necesitamos;
sea lo que sea, te damos las gracias por este tiempo cargado de oportunidades,
de posibilidades de liberación, de misericordia y de perdón,
por este tiempo de llamadas de atención y de proyectos.
Queremos aceptar todo lo que venga de ti con tal de que se cumpla en cada uno de nosotros,
en nuestras comunidades cristianas y en todas tus criaturas, tu voluntad.
No deseamos nada más, Padre.
Te confiamos nuestro corazón y nuestras manos y nos comprometemos a ayunar de nuestros excesos
que nos hacen tan insolidarios; a orar para poder mirar la vida y las cosas más allá de nosotros mismos;
a hacer limosna, es decir, a gritar que nada es “mío” porque lo nuestro es la fraternidad.
Padre, nos ponemos en tus manos sin medida, con infinita confianza:
llévanos al desierto, acompaña nuestro discernimiento,
cólmanos de esperanza, muéstranos tu misericordia y acógenos sin reservas
porque Tú eres nuestro Padre. Amén