EL CIEGO DE NACIMIENTO
Vivimos, Señor,en un mundo de evidencias engañosas:
el pobre es pobre por su culpa; el éxito justifica al triunfador.
¡Cuántas veces nos sorprendemos enarbolando
los mismos criterios de los discípulos de Jesús!:
«¿Quién pecó para que naciera ciego, él o los suyos?».
La desgracia y la pobreza son un castigo;
el éxito y la riqueza son un premio.
Eso proclama la luz de este mundo.
Y añade: nada hay nuevo bajo el sol.
Es lo que decía la gente
del que había nacido ciego y caminaba
mirándolo todo: no es él, es un tipo que se parece.
Es lo que escuchamos o decimos con frecuencia:
no seas iluso, las cosas son como son,
¿para qué gasta lo mejor de tu vida luchando por un imposible?;
hay que ser realista,hay que aceptar las cosas como vienen...
Te pedimos, Señor, nos hagas comprender
que las evidencias de la cultura dominante
sólo sirven para entender por qué vamos tan mal,
tan apartados de tu plan, tan descarriados.
Te pedimos la luz que diste al ciego
para arrojar de nosotros esa lógica maldita
que condena a la humanidad a la eterna división
entre una raza de victimarios y la masa de las víctimas.
Te pedimos más, Señor; te pedimos
que hagas sentir en nuestras vidas tu paso vivificador,
para que seamos testigos de tu voluntad eficaz
de edificar una humanidad fraterna
en medio de este mundo de lobos.
Te lo pedimos nosotros,
a los que el mundo llama ciegos y considera basura,
y a los que tú llamas hijos queridos: los hermanos de Jesús, tu pueblo,
que ve porque cree y que te grita pidiendo
que suplas Tú lo que falta a su fe
para ponerse en pie y vivir por sí mismo,
sin tener que mendigar un día más.