Jesús de Nazaret los llamaba 'sepulcros blanqueados'. Hacía siglos, milenios, que algunos hombres se habían autoproclamado 'funcionarios de los dioses', para secuestrar el anhelo de trascendencia de los seres humanos y encarcelarlo en un laberinto de normas y rituales que les otorgaba un poder casi ilegal limitado sobre sus pueblos. Jesús hizo un retrato exacto de estos funcionarios sagrados en el Templo de Jerusalén, que hacían alarde del cumplimiento escrupuloso de las normas y los rituales fosilizados por sus antecesores ... para disfrazar sus corazones petrificados por la falta de amor y de vida espiritual.
Creo que Jesús consagró su vida a abrir los ojos de su gente y liberarlos de la tiranía del Sanedrín, a enseñarles (nos) a ser libres ya buscar un camino luminoso de salida de aquella prisión de 'verdades 'incuestionables, para encontrar en el Amor el único método posible para crecer y trascender ... Y murió, inevitablemente, a manos de aquellos que se sintieron amenazados por las palabras de Jesús, porque hacían peligrar su estatus y privilegios.
Por eso, da miedo ver como el mensaje liberador de Jesús ha sido traicionado y secuestrado tantísimas veces, a lo largo de siglos hasta el día de hoy, por personajes oscuros que, incomprensiblemente, han sido capaces de construir, una y otra vez, un nuevo laberinto de normas y rituales en el que querrían cerrar a todos. Todas las generaciones han producido y producen individuos con vocación de inquisidores, que se sienten cómodos en la oscuridad de sus sepulcros intelectuales porque desconocen qué es amar, y se juntan para censurar, condenar y, incluso, agredir a todos los que no no sentimos como ellos y, por tanto, tampoco podemos pensar como ellos.
Felices, pues, estos tiempos, los nuestros, y esta tierra, nuestra Europa, donde no hay lugar para los inquisidores, aunque, desde sus escondites virtuales sigan haciendo todo el daño que pueden. Contra ellos, nada mejor ni más eficaz que unas palabras del apóstol Pablo que, precisamente, ellos son incapaces de entender:
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia, no es altivo ni orgulloso, no es grosero ni egoísta, no se irrita ni se venga; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
(1 Corintios 13,4-7)