¡No te irrites nunca!
Si el colectivo se demoro en llegar, ten paciencia.
Si el vecino te incomoda, sopórtalo.
Tu irritación no mejora las cosas y... arruina tu hígado.
La irritación causa más sufrimientos a nosotros que a los demás; mientras que la paciencia es un bálsamo, siempre pronto para suavizar las heridas propias y ajenas.
A/D
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