Hay momentos que solo necesitamos abrazar el propio corazón. Darle abrazos. Dejar que él sepa que todas las otras cosas pueden esperar, el no. El es nuestro rey y nuestro reino. El papel de dibujo y la caja de lápices de colores. La música y la orquestra, Nuestra brújula y nuestro mar. La flor, el polen, la mariposa, todo al mismo tiempo. La colmena y la miel. El centro donde todo se inicia y para el cual todo converge. Él no puede esperar….! Nuestro corazón le gusta atención, de cuidados cotidianos, de mimos repentinos… De ser alimentado con exquisitos ingredientes como la belleza, la risa, el afecto. Le gusta cuando esparcimos sus juguetes al suelo y sentamos con él para jugar. Y hay momentos en que todo lo que necesita es que preparemos baños de inmersión en la quietud para lavar, una a una, las partes que le duelen. Que lo llevemos para revisitar, en la memoria, instantes soleados de amor capaces de ayudarlo a mudar la frecuencia del sentimiento. Hay momentos en que todo que necesita es que reservemos un tiempo a solas con él para desapretarlo con toda la delicadeza posible
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