Gozosamente dejo ir el temor a medida que el amor de Dios fluye a través de mí.
La paz mora en lo profundo de mi ser. No conoce el temor, la preocupación ni la inquietud. Busco esta paz cada vez que experimento conflictos internos o luchas externas. Voy a mi interior por medio de la oración, meditación y contemplación. La paz de Dios surge en mí como un arroyo que fluye suavemente. Me sumerjo en él, permitiendo que su corriente se lleve mis preocupaciones.
El amor de Dios fluye a través de mí. Dejo ir lo que ya no fomenta mi bien, y me siento libre. Mi mente y corazón están tan claros como aguas cristalinas. El río de la paz divina me llena de esperanza, comprensión y perdón. YO SOY el amor de Dios, YO SOY la paz de Dios. Nada ni nadie puede perturbar la paz de mi alma, porque Dios y yo somos uno.
¿Creen que puedo hacer esto? Ellos dijeron: “Sí, Señor”.—Mateo 9:28