no sólo para el mantenimiento de nuestra
existencia, sino también para el crecimiento y
evolución como seres humanos concientes de sí mismos
y que solo lo logramos mediante la relación con otros.
No es posible evolucionar solos, evadiendonos del mundo,
recluyéndonos en una cueva de montaña durante
el resto de nuestras vidas. Si bien esto es algo que
han hecho los ascetas y ermitaños; y quienes abordan
la espiritualidad con el solo fin de desterrarse para entrar
plenamente de nuevo al estado del no-ser, no significa
que sea el camino correcto para todo el mundo.
Esa es una decisión particular, no pasible de convertirse
en universal, pues el universo no hace eso.
Trabajar en nuestro mundo cotidiano es una tarea
que en muchas oportunidades además del cansancio,
nos deja un sabor amargo, y son esas cosas que nos
amargan los días y en ocasiones tiempos más largos.
Tal vez porque no trabajamos en lo que deseamos,
tal vez porque la tarea no tiene nada de gratificante,
o porque la retribución no es la que merecemos.
Sea como sea, en incontables ocasiones vemos que el trabajo
es solo una suma de responsabilidades, amarguras y mal humor.
Esto no es lo que debería ser, pues el trabajo es una
actividad que desarrollamos a partir de lo que sabemos
hacer y en toda actividad que desarrollamos siempre
debería haber un punto, un espacio, un tiempo,
que por pequeño que sea debería reportarnos un placer
más allá de las ganancias, un placer que nos afirme
como seres vivos que florecen, se reproducen y mueren
en el natural mundo después de la palabra.
Es importante hacer de nuestra vocación nuestra profesión,
ese será un trabajo que nos dignificará, pues estamos
entregando lo mejor que tenemos, o sea nuestra
mas valiosa capacidad como seres creativos, pero cuando
esto no es posible, cuando se tiene un trabajo al que solo
se va por un lógico interés económico necesario para
la subsistencia, entonces cualquier persona que trabaja
necesita tener un punto, un espacio, un tiempo durante
sus horas de trabajo que le reporte un placer, pues
de lo contrario, no habrá trabajo, no habrá creatividad,
nadie entregará lo mejor que tiene para el objetivo laboral
y todo se convierte en una rutina mortal. Algo que no
beneficia ni al que da trabajo ni al que lo lleva a cabo.
El trabajar todos los días es algo necesario no sólo para
el mantenimiento de nuestra existencia, sino también para
el crecimiento y evolución como seres humanos concientes
de sí mismos y que solo lo logramos mediante la relación con
los otros, y si las relaciones con un otro no tienen algo por
el cual sea placentero tenerla, entonces lo mejor será
cambiar por otra actividad que realmente nos haga crecer
y tener por lo menos un tiempo de felicidad en pequeñas
cuotas que sumadas le dan un color distinto a nuestras
tareas cotidianas y a nuestra vida entera. ¿No te parece?
© Miguel Angel Arce
marc@angelred.com