Pongo todo a cargo del Espíritu morador. Yo soy apacible y libre.
Hay días en que me puedo sentir abrumado por las tareas por hacer. En esos momentos, me detengo, respiro profundamente y descanso en la conciencia de Dios. Dejo de hacer y pensar y me sosiego. Dejo ir mis preocupaciones y recuerdo quien soy: una creación de Dios. Recuerdo que lo divino se expresa en todo lo que pienso, digo y hago.
El recordar esta verdad me llena de paz y evita que me sienta abrumado. Me ayuda a relajarme y enfocar mi atención en lo que importa verdaderamente, mi relación personal con Dios.
Todos los otros pensamientos se disipan suavemente y experimento un sentimiento profundo de paz. Estoy en calma y libre al recordar que Dios está conmigo en mis decisiones, relaciones personales y en cada aspecto de mi vida.
Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.—Mateo 28:20