Dios es la fuente de la abundancia infinita. La prosperidad es mi derecho de nacimiento; yo estoy conectado inevitablemente a la Fuente infinita. La verdadera abundancia no es materialidad sino riqueza en Espíritu. Busco primeramente el reino de Dios.
Ciertamente, busco el reino cuando voy en pos de la alegría, el amor y la paz. Avivo estos frutos espirituales en mí y los aprecio en otros. Comparto gozosamente los dones y las habilidades con las que Dios me ha dotado.
En mis interacciones diarias, en mi iglesia y en mi comunidad, encuentro oportunidades para ofrecer servicio. Al hacerlo, descubro que los frutos del Espíritu aumentan en mi vida, ¡y experimento la verdadera prosperidad!