Yo soy parte de un círculo infinito de luz espiritual que ilumina el mundo. Estar consciente de que yo soy uno con Dios refuerza mi fe y profundiza mi comprensión del gran poder y presencia en mí. En tiempos de contemplación tranquila percibo esta Verdad intemporal y siento que mi mente, cuerpo y alma irradian luz.
Esta conciencia de mi identidad divina permanece conmigo todo el día, levantando mi ánimo, vigorizando mis pasos y abriendo mi corazón con amor a todos a mi alrededor.
Mis momentos sagrados de oración profundizan la conexión espiritual que comparto con todos los seres. Veo que cada uno expresa su divinidad de forma única. Esta realización me eleva a nuevas alturas de conciencia espiritual.