Aprecio los gestos considerados y de cariño. Pueden venir en forma de palabras de aliento, una nota amable o mediante la paciencia de los demás cuando estoy angustiado o molesto. Me siento valorado y escuchado. Esto me motiva a ser recíproco y a expresar amabilidad y consideración.
Tomo tiempo para contemplar las consecuencias de lo que digo y hago. Recuerdo que, cuando doy, también recibo. Abro mi mente y corazón para ofrecer comprensión y amor. Ceso de tener necesidad de justificar mi posición y a cambio decido ser un mejor oyente. Me mantengo consciente de que todos merecemos ser escuchados. Ser considerado ya es en sí una recompensa. Encuentro gozo al compartir, como la flor comparte su dulce fragancia.