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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 03/03/2021 13:41 |
MIS RECUERDOS ME BRINDAN GOZO.
Los recuerdos de bodas, nacimientos, vacaciones, días de fiesta y hasta de momentos casuales en compañía de amigos y familiares, vivirán en mi mente y mi alma por siempre. Pasar momentos disfrutando de recuerdos preciados magnifica el sentimiento de gozo que mi corazón abriga.
Doy gracias por esos momentos y por las personas que han enriquecido mi vida brindándome su amor, luz, cariño, compañía y generosidad.
Mis mejores experiencias me recuerdan que Dios es la fuente de todo lo bueno en mi vida, incluyendo mi gozo. Respiro profundamente y doy gracias por la presencia de Dios en toda vivencia. La gratitud ilumina mi día ¡y mi gozo se hace completo!
Mis labios se alegrarán cuando te cante, pues me has salvado la vida.—Salmo 71:23
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De: VAINICA |
Enviado: 06/03/2021 14:32 |
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DIGO SÍ A LAS NUEVAS POSIBILIDADES.
Mi mundo se amplía cuando les digo sí a la vida, al amor y a nuevas experiencias. Mi mente y mi alma se expanden cuando les doy la bienvenida a personas y a horizontes nuevos. Veo las nuevas oportunidades como senderos que me llevan a expresar mi naturaleza optimista.
Miro más allá de los obstáculos aparentes para encontrar mis bendiciones, sin importar cuán insignificantes o pequeñas parezcan. Sé que al decir sí, magnifico la energía de la fe y mantengo una expectativa positiva. Decir sí a los deseos de mi corazón me brinda oportunidades para compartir mi luz. Al dar de mí, de mis dones y talentos, comparto mi divinidad.
¡Hago del mundo un lugar más brillante cuando le digo sí a la vida!
Quiero seguir la senda de tus mandamientos, porque tú le das libertad a mi corazón.—Salmo 119:32
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CONFÍO EN MI INAGOTABLE FORTALEZA ESPIRITUAL.
Cuando llevo una carga pesada, mis músculos se cansan y mis huesos se agotan. A diferencia de la fuerza física, la fortaleza espiritual es ilimitada, es un aspecto de mi identidad divina.
Utilizo mi fortaleza espiritual para mantener el curso si mi atención disminuye; para mantener mi resiliencia cuando me siento tentado a desistir y para persistir ante los desafíos cuando pienso que es más fácil rendirme.
Para avivar la conciencia de mi fortaleza espiritual, cierro los ojos e imagino un árbol de tronco ancho y de raíces profundas. Incluso si llueve y ventea fuertemente, el árbol se mantiene erguido, impasible ante el tiempo. Sus raíces y flexibilidad lo mantienen firme. Hoy yo soy como el árbol, enraizado en la fuerza divina.
Manténganse atentos y firmes en la fe; sean fuertes y valientes. Háganlo todo con amor.—1 Corintios 16:13-14
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De: VAINICA |
Enviado: 20/03/2021 11:48 |
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HABITO EN LA PAZ DE DIOS.
Esperar que el mundo externo me dé paz es como mirar una foto de comida y esperar sentirme saciado. Al quitarle mi atención a las cosas externas y enfocarme en mi paz interior, me alineo con mi naturaleza espiritual. Nada puede interrumpir la paz de mi alma porque mi espíritu ya es sereno.
Lo único que tengo que hacer es recordarlo en una pausa devota, respirando profundamente y recordando quien yo soy. Doy la bienvenida a ese sentimiento de paz. Mi mente se torna apacible en el silencio que encuentro en lo profundo de mi ser. Todo lo que necesito para mi balance y bienestar ya es mío. Declaro mi identidad divina: Yo soy la expresión de la paz perfecta de Dios. Siento gratitud por habitar en el ambiente armonioso de la paz de Dios.
En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza.—Isaías 30:15
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ME DOY EL REGALO DEL PERDÓN.
A lo largo de mi vida, he perdonado a quienes me han herido y decepcionado. Igualmente, me he sentido agradecido cuando otros han perdonado mis faltas. Aunque he aprendido a perdonar a otros, todavía puedo encontrar difícil perdonar mis propios errores, las decepciones que he causado y los compromisos que he roto.
Hoy abro mi corazón y me perdono con amor y compasión. Tengo presente que todos cometemos errores y que todos merecemos comprensión y perdón. Recuerdo cómo el padre del hijo pródigo recibió con gozo a su hijo cuando éste regresó a casa. Yo también siento alegría cuando dejo ir la autocondena y finalmente regreso a la casa de mi propio ser.
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él. Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó.—Lucas 15:20
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