El filósofo Lao Tzu escribió: “El bien supremo es como el agua, que nutre todas las cosas sin intentarlo”. Ya sea que experimente ese fluir como la corriente de un río, como las olas del mar, como la circulación que sostiene la vida de mi cuerpo, no hay esfuerzo en su movimiento, solamente nutre la vida.
Me sincronizo con esa corriente, que sabe a dónde ir y qué hacer. La siento emanar en mi cuerpo, en mis músculos y articulaciones. Estoy consciente de la silenciosa corriente eléctrica en cada célula de mi cuerpo que me da vida. Me dejo ir en un raudal de energía y expresión. La vida de Dios en mí está siempre en movimiento, cambia, danza y canta su fácil melodía. Al recordar que soy uno con ese movimiento universal, me dejo llevar por la corriente.