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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 02/09/2023 05:09 |
La gracia de Dios me refresca y renueva.
Gracia
Sin que se les pida, la lluvia refresca la tierra reseca, una madre atiende las necesidades de su hijo y el viento mueve a un velero sobre el agua.
Sin que se lo pida, la gracia divina vierte bendiciones sobre mí y me recuerda que soy un ser amado por Dios. La gracia provee pensamientos edificantes que me guían hacia mi mayor bien. Si siento desánimo, la gracia me da valor para comenzar de nuevo. Ella me ayuda a perdonarme y a perdonar a los demás, liberándome del peso del rencor.
Durante todos los días de mi vida, las bendiciones de la gracia de Dios me refrescan y renuevan.
“Todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia ... la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.”—2 Corintios 4:15
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De: VAINICA |
Enviado: 02/09/2023 11:08 |
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Acepto la abundancia de Dios que fluye en mí ahora.
Prosperidad
La tierra bíblica donde “fluye leche y miel” representa abundancia de todo bien y libertad espiritual para disfrutarlo. Representa una vida rebosante de bendiciones y de potencial divino.
La verdad es que vivo en una tierra donde “fluye leche y miel” aquí y ahora. Afirmo que en mi vida existe un fluir constante de bien. Mi prosperidad incluye la seguridad de que la salud, la sabiduría y la fortaleza son mías. Al reconocer esta verdad, mi espíritu cobra nuevo valor y entusiasmo.
Estoy consciente de que tengo el potencial divino para llevar la vida de mis sueños. Acepto la abundancia de Dios, la cual siempre fluye hacia mí y por medio de mí. Doy y recibo con gozo y gratitud.
“Nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel.”—Deuteronomio 26:9
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Estoy en armonía con el hermoso mundo de Dios.
Armonía
Un ramillete veraniego incluye una gran variedad de flores en una multitud de colores. La variedad hace que el ramillete sea bello y único.
Me doy cuenta de que soy una flor en el maravilloso ramillete de la humanidad. Sin juzgar ni compararme con los demás, disfruto de la belleza única en cada uno de nosotros. Soy una expresión divina, y los demás también lo son. Al valorar nuestras semejanzas y diferencias experimento armonía.
Reconozco que soy amado y que tengo una contribución única que hacer. Al aprender a amarme, estoy en paz —conmigo mismo y con los demás. Al vivir en paz, estoy en armonía con el mundo hermoso de Dios.
“Han brotado las flores en la tierra, ha venido el tiempo de la canción.”—Cantares 2:12
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