En la paradoja de la vida
tu me alegras y me entristeces,
me llenas y me vacías,
haces que me sienta feliz y me haces infeliz,
parece que tengo algo de ti y no poseo nada,
me das vida y me martirizas,
esculpes mi corazón
labrándolo con tus palabras
y dejas mi alma vacía,
mis oídos te escuchan y no te oyen,
tus palabras me hablan y no las entiendo,
tu corazón que, a veces, parece llamarme,
nunca lo encuentro y pierdo la esperanza,
y me entra miedo…
…miedo a perderte,
a que me olvides y no me quieras,
que en tu alma no dejes sitio
para refugiarme cuando lo necesito,
que tu vida quede al margen de mí,
que no me sientas ni me mires,
que en tus recuerdos hayas perdido
aquellos momentos que juntos hemos disfrutado
y que nunca más se han repetido,
ni nunca más se repetirán.
Momentos felices,
ya pasados,
agotados por el tiempo,
consumidos por el desgaste de los pensamientos,
sufridos,
sin sentimientos,
quedan desnudos,
apagados,
con lamentos,
cubiertos con el manto del olvido,
ciegos,
sin ver lo que han vivido,
y detrás quedan las penas de lo que se ha sufrido,
los lloros que nuestros ojos,
inundados de su inmensa soledad,
han tenido,
han llorado hasta saciarse,
compungidos,
extrañados,
tratando de sobrevivir lo vivido.
Mientras dentro del alma,
arrecia el viento del sufrimiento,
no da tregua,
no está quieto,
sólo sopla y sopla,
y seguirá soplando hasta el infinito,
haciendo eterno el amor marchito,
dejando el alma vacía,
acabándose la vida,
sin calor,
sin energía
que mantenga el corazón vivo,
sin amor que le sostenga,
sin cariño,
triste final para una vida
que se vivió y se soñó
como sueña un niño,
esperanzas perdidas en los confines,
enterradas en el tiempo,
acabadas en la nada,
desaparecidas…