Donde veas
que un muro con trabajo se levanta
para quitar al hombre frío y miedo,
acércate y coloca unos ladrillos
calientes con el roce de tus manos.
Donde veas
que un hombre marcha solo, acaso ciego,
acaso extraviado y sin cayado
acércate y camina a su costado,
dale tu luz y canta por su boca.
Donde veas
que un joven ríe y besa a una muchacha
bajo la luna, el sol o el aguacero,
acércate en silencio y deja un trozo
del propio corazón junto a sus labios.
Donde veas
que un niño llora a solas o una madre
vacila bajo el peso de los hijos,
acude con la fuerza de tus brazos,
parte su pan y cuida de su lumbre.
Donde veas
que el látigo o la espada se levantan,
que la prisión redobla sus cerrojos
que los fusiles amenazan muerte,
acércate y a pecho descubierto,
lanza un tremendo NO que salve al mundo.