El amor significa comprometerse sin garantías, darse totalmente en la esperanza de que el amor produzca amor en la persona amada.
El amor es un acto de fe y quien tenga poca fe también tendrá poco amor.
El amor perfecto sería aquel que lo da todo sin esperar nada.
Pues si no esperamos nada ni pedimos nada, jamás nos sentiremos decepcionados o engañados.
El amor resulta doloroso únicamente cuando exige.
Aunque esto parezca muy simple y elemental, en la práctica resulta verdaderamente difícil.
Esto no debe sorprendernos, pues desde la infancia se nos enseña a esperar una recompensa por cualquier esfuerzo realizado.
Si cultivamos plantas y árboles, esperamos flores y frutos o si no, los cortamos.
Sólo es amor cuando se da sin esperar nada a cambio.
Por ejemplo, no podemos insistir para que nos ame alguien a quien amamos.
Si realmente amamos, sólo nos queda creer, confiar, aceptar y esperar que nuestro amor sea correspondido.
Si para amar esperamos hasta estar totalmente seguros de recibir un amor equivalente, es probable que debamos esperar por siempre.
Ciertamente, si al amar esperamos algo, eventualmente nos sentiremos decepcionados, ya que no es probable que muchas personas puedan satisfacer todas nuestras necesidades, aún cuando esas personas puedan sentir por nosotros un gran amor.
Amamos porque lo deseamos, porque nos produce alegría, porque sabemos que el crecimiento y el descubrimiento del yo depende de ello.
Los demás podrán dar, y estarán dispuestos a dar únicamente lo que puedan, y no lo que nosotros desearíamos que nos dieran.
El amor no tiene miedo a sentir, reclama ser expresado.
El amor se ofrece como una fiesta interminable de la cual alimentarnos.
¡El amor nunca deja de ser!
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