LAS GRACIAS DE LA QUE ADORA...
Ese color de rosa y de azucena y ese mirar sabroso, dulce, honesto, y ese hermoso cuello, blanco, inhiesto, y boca de rubíes y perlas llena;
la mano alabastrina que encadena al que más contra Amor está dispuesto, y el más libre y tirano presupuesto destierra de las almas y enajena.
Era rica y hermosa primavera, cuyas flores de gracias y hermosura ofendellas no puede el tiempo airado;
son ocasión que viva yo y que muera, y son de mi descanso y mi ventura principio y fin, y alivio del cuidado.
Francisco de Quevedo
|