Venenos y remedios
Midiendo con goteros lo que aún me quedaba de la sangre tenaz de la alegría, se me pasó la noche. Mientras la roja fiebre trazaba su derrota de pesados aceites y derivas, yo me di a la congoja del que espera ver su barco encallar. Pasó la noche en pos de un rumbo oscuro, y en la misma agonía, en la intemperie alzada como un último techo, fue buscándome el alba al fin la herida para ofrecerme fiel su blanca venda toda limpia de luz samaritana.
D-A
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