LA BRILLANTE LUZ
La suave brisa estival dulcemente murmuraba entre las hojas de los
árboles y la brillante luz de la luna hacía que todo se tornara
seductor y atractivo. Ricardito y Rosalía habían pasado un día muy
feliz con el abuelo en los bosques que hay cerca de la montaña.
Todos habían vuelto a casa más bien de mala gana, porque la vida al
aire libre era tan encantadora. Linda noche habían exclamado y
habían partido. Como Ricardito se había acostado en su confortable
lecho en el pórtico de la terraza, parecía que estaba todavía al aire
libre y eso era muy agradable. Estaba cansado y somnoliento; pero
no podía dejar de recordar los acontecimientos de ese día tan feliz.
El abuelito era tan sabio, un hombre tan admirable, parecía que lo
sabía todo. Les había contado a los niños hermosas historias sobre
valerosos caballeros, sobre fieles y hermosos príncipes, sobre
princesas de muy buen corazón y sobre nobles reinas.
Cuando Ricardito estaba repasando estas fascinantes historias, de
repente creyó oír un voz. ¿Qué era eso? Estaba seguro de haber oído
que lo llamaban por su nombre: ¡Ricardito! ¡Oh, Ricardito!
Se levantó al instante, siguió la voz por un escarpado sendero de la
montaña, que serpenteaba por entre altos y vigorosos árboles, el
suelo estaba tapizado en partes por graciosos helechos, entre los
cuales los Duendes y Gnomos podían jugar. Oh. ¡Qué lindo era todo
esto a la luz de la luna!
De nuevo oyó la voz y caminó un poquito más ligero. La montaña se
veía más grandiosa, de noche que de día. Ricardito se detenía a
veces a mirar la luna y las estrellas. Se iba a sentar en un tronco de
árbol, cuando le pareció ver que un gnomo se deslizaba dentro de
ese mismo tronco. Luego oyó que de nuevo lo llamaban por su
nombre. Miró por todas partes a su alrededor, pero no vió a nadie.
Sin embargo, para su sorpresa, apareció ante sus ojos una pequeña
cabaña muy arriba en la montaña. Allí debe estar el que me está
llamando, pensó; pero no recordaba haber visto antes esa cabaña,
aunque había subido muchas veces la montaña, con su papacito.
"Bueno, hay una brillante luz en la cabaña, por lo tanto alguien debe
vivir allí", se dijo para sí. "Debe ser el Hombre de la Montaña, ese
que me dijo el Duende Kin, que es el amigo de los árboles, de los
helechos, los pajarillos y de todos los seres de los bosques. Puede
ser que quiera que le hagan una diligencia. Creo que es mejor que
vaya a ver".
En ese momento una vocecita le dijo: "Es un camino muy largo para
que un niñito vaya solo". Otra vocecita le dijo: "Tienes miedo de
atravesar solo el obscuro bosque" y otra le dijo: "Mejor vuélvete
ahora". Pero a Ricardito le habían enseñado a ser valiente, intrépido,
resuelto y a terminar siempre cualquier cosa que empezara. Por eso
se resolvió a ir y apuró el paso para ver quién vivía en la cabaña.
Parecía que la subida era muy larga y dura y él estaba solo; pero se
puso de inmediato en acción. Se acordó entonces de Pensamientos
Secretos y eso lo ayudó de inmediato..Sus pensamientos secretos
eran buenos: el quería ser valiente y ayudar al Hombre de la
Montaña, si es que éste necesitaba ayuda.
En ese mismo instante oyó algo que parecía ser un fuerte grito de
dolor, muy cerca de él. Mirando hacia abajo vió que yacía en el
suelo, exactamente debajo un muchacho que tenía más o menos su
misma edad, que entre gemidos le decía: "Por favor, ayúdeme".
Ricardito se detuvo, rodeó al muchacho con sus brazos y trató de
ayudarlo a levantarse, pero no pudo hacerlo porque el muchacho se
había torcido el tobillo. Ricardito pensó en la cabaña. Podía llevar al
muchacho allí, porque él era vigoroso; pero el sendero era escarpado
y estaba obscuro. Se detuvo por un minuto y pensó para sí: "Tengo
que ayudar a este niño y seré valiente" y miró después hacia la
cabaña para ver si estaba muy lejos. Extraño es decirlo, pero no
estaba tan obscuro después de todo, mientras miraba, allí mismo,
delante de él, había aparecido una preciosa luz. La luz era como un
Brillante Soberano. Pero no era nada, sino que una maravillosa luz.
Luego una voz muy profunda y muy suave dijo: "Te voy a ayudar.
Fácilmente podrás llevar a tu hermanito en la espalda. Allí, muy
bien. To te voy a guiar" .
Entonces, la Luz se fué delante de Ricardito y su nuevo amigo y
pronto estuvieron dentro de la cabaña. "Déjalo suavemente en el
lecho y vamos a ver qué es lo que podemos hacer por él". La voz era
muy bondadosa y le dijo a Ricardito lo que tenía que hacer para
salvar a su amiguito. ¡Con qué tesón trabajó Ricardito! y
¡estaba tan feliz de haber hecho algo bueno por otro niño! En
seguida el Brillante Soberano dijo: "Has sido un valiente muchacho,
Ricardito y un leal amigo en la necesidad. La fidelidad es una
maravillosa condición y tu carácter será noble, honrado y verdadero
si sigues siendo leal".
"¡Ricardito! Oh, ¡Ricardito! llamó otra voz.
"Si, mamá", respondió Ricardito y cuando abrió los ojos, el sol
brillaba ya por todas partes. Le costó trabajo convencerse de que
estaba en el lecho y no arriba de las montañas a muchos kilómetros
de distancia. ¡Caramba! ¡Con qué rapidez se puso la ropa y bajó al
primer piso a contarle a su abuelito su lindo sueño!
El abuelo sonrió cariñosamente y pareció muy complacido.
"Ricardito, hijo mío; este fué un sueño notable y no hay duda que
fué una verdadera experiencia. Porque has estado estudiando
constantemente tu lección; recto y leal en tu amistad, resuelto en el
cuidado de tu cuerpo y fiel a tus múltiples pequeñas obligaciones, tu
fidelidad ha sido premiada. Se te permitió ser un pequeño
Auxiliador Invisible del Brillante Soberano, para servir a un amigo
que estaba en necesidad. Probablemente, en algún tiempo más
volverás a ver la Luz del Brillante Soberano".