No "arregles" nada. Deja que todo siga su curso; desaparecerá por sí solo. Cuanto más trates de "arreglarlo", más se fortalecerá. Muchas personas nunca cambian porque están muy decididas a cambiar. Están tan decididas que no cambian nunca. Como están tan tensas, tan ansiosas, todo empeora.
Lo que sucede es que tú no te "arreglas", no cambias; la vida cambia, como también lo hace la naturaleza. Así como uno no se cura a sí mismo, la naturaleza si se cura a sí misma. Uno debe limitarse a hacer algo para ayudarla.
La vida no es cruel contigo, la vida es fácil; es tu programación la que es cruel contigo.
¿Consideras que eres un "ser humano" si vives como un pequeño mono que salta cuando cualquiera tira de la cuerda?
Tu perturbación proviene de tu programación; no de ti, no de los demás. Se hará cargo de si misma; realmente lo hará. Te sorprenderá de que, después de unos pocos meses, las cosas que antes te habrían enfermado podrás vencerlas sin esfuerzo, con una paz perfecta. Eso es la vida espiritual; es morir para ti mismo, abandonando tu programación. La abandonarás al comprenderla como es, llamándola por su nombre.
Dios está más allá de la mente cognoscitiva, por lo cual lo designamos con la calificación de "Misterio". ¿Qué significa ansiar lo desconocido, lo incognoscible, aquello que está más allá de toda concepción humana y de todo entendimiento? No tenemos idea. ¡Pero no te distraigas con esto! Continúa con la autoobservación, el autoconocimiento, la autoliberación. Así comprenderás mejor, "más allá del entendimiento", como dice San Pablo, que es Dios.
Tu no eres el autor del hecho, y no es maduro culparse a sí mismo si uno no es culpable. No hay deliberación en lo que haces, pues se origina en tu programación. No debes culparla, pero debes comprender que es en ella donde se origina la perturbación. Cuando te golpeas la rodilla contra una mesa, debes comprender que el dolor no está en la mesa; el dolor es causado por algo que sucede en tu rodilla. Análogamente, cuando chocas con la realidad, se produce un dolor dentro de ti. Ese dolor no es causado por la realidad, sino por algo que sucede en tu interior. Tu no lo provocas deliberadamente. Pero debes comprender de qué se trata. ¿Por qué, en algunas personas, este proceso no prosigue o ellas se han liberado de él, mientras que, en otras, continúa? Ser responsable es comprender y, como resultado de la comprensión, ser liberado.
Hay personas que se niegan a permitirse tener sentimientos de ningún tipo, se endurecen y dicen que nada les importa. Esto no ayuda a lograr el desapego. Por otra parte, están las personas a las que me refiero, que son las que tienen una perturbación, pero que, a través de la comprensión, la trascienden, la superan.
Observa, comprende, cambia, como resultado de usar el entendimiento.
¿Cuánto duró tu dicha? ¡Mídela! Lo digo en serio. ¿Cuántos segundos, cuántos minutos? Es que estás buscando algo más. ¿Por qué no estudiamos esto? Es tan valioso, más valioso que estudiar las Escrituras. Porque ¿de qué sirven las Escrituras si no has comprendido lo que significa vivir y ser libre y ser espiritual...?
...La supresión del sufrimiento es el abandono del apego, la comprensión de que el apego es la creencia falsa en que alguna cosa o persona puede hacernos felices. La verdadera felicidad no es causada por nada. La verdadera felicidad es "incausada".
Nunca vivirás hasta que dejes de aferrarte a la vida. Cuando te aferras, la felicidad muere. Si tu felicidad depende de alguien o de algo, no es felicidad, es inquietud, es tensión, es presión, es temor.
En nuestro deseo de ser felices hacemos todas las cosas equivocadas. Hemos sido programados para ser desdichados. Cualquier cosa que hagamos nos hará más desdichados. ¿Qué harás para evitarlo? ¿Cambiarás tú?, ¿cambiarás a los demás?, ¿conseguirás algo?... No tienes que hacer nada... ¡Tienes que comprender! Deja de lado la obstrucción, abandona las creencias falsas y el apego desaparecerá. Entonces sabrás qué es felicidad.
Si meditas sobre esto, durante días, experimentarás algo de su verdad, entonces no necesitarás escucharme a mí o a cualquier otro. ¡Tú posees esa verdad, la has aprendido, la has comprendido! Estás apegado sólo porque creíste , falsamente, que sin esa cosa, esa persona, esa situación no serías feliz. ¡Comprende que se trata de una falsedad y serás libre!
Piensa en los problemas que tienes en materia de relaciones humanas. ¿Conoces la raíz de todos esos problemas? ¡Tú eres la causa! ¡Te sientes afectado pero tú eres la causa!
Si acudieras a mí para consultarme por problemas con tu esposa, sería como si tuvieras dolores y fueras a consultar al médico:
-Doctor, son terribles estos dolores...
-Te recetaré algo para tu esposa, ¿está bien?
-Eso ya me hace sentir mejor. Gracias doctor.
¿No es esto una locura? ¿Tú tienes problemas con tu esposa y quieres que yo la haga cambiar? ¿Quién tiene el problema? Tú ¿no es así? Vamos a eliminar el problema, la causa del problema: tú. Pero tú no lo entiendes. Has sido educado para pensar que los demás tienen que cambiar, que el mundo tiene que cambiar, para que tú seas feliz; pero no te das cuenta.
Estás perturbado, ¡algo te pasa! No comprendes a tu esposa, ni siguiera la ves. Porque cuando estás perturbado, tu ventana está empañada; y tratarás de limpiar todos los edificios porque, desde tu ventana empañada, los verás sucios a todos. Vemos a los personas no como son, sino como somos nosotros.
Queremos cambiarnos a nosotros mismos; queremos cambiar el mundo. Eso es lo que nuestra programación nos ha inculcado. Tenemos que cambiar todo, sin antes haber entendido nada. Lo que necesitas no es cambiar, es comprender. Compréndete a tí mismo; comprende a los demás. ¡No estás aquí para cambiar el mundo, estás aquí para amarlo! Tú no quieres amar el mundo, quieres cambiarlo. Amar significa ver, comprender. ¿Cómo puedes amar lo que ni siquiera ves? ¿Cómo puedes comprender si estás perturbado? ¿Cómo puedes comprender si se interpone alguna emoción positiva o negativa? Dicen que el amor es ciego. ¡Falso! No hay nada tan clarividente como el amor; es lo más clarividente del mundo. El apego es ciego porque es estúpido, porque está basado en una creencia falsa. Y eso es lo que llaman "amor".
Una gran mentira que nos han contado cuando éramos niños es la siguiente: "Necesitas se amado." Bueno, cuando eras un niño, sí, de acuerdo. Pero ¿Quieres decir que eres un niño aún? Y sabes que te dicen constantemente:
-Necesitas ser amado, necesitas éxito, ser aprobado, ser apreciado, ser afirmado, necesitas...
¡Basura! Y todos lo creen. Te diré lo que necesitas. Hay sólo una necesidad, que es "amar". No hay otra.
Se puede manejar a las personas con halagos. Podrías hacer cualquier cosa con estos monos humanos, con sólo decirles que los quieres, además de algo bueno acerca de ellos. Entonces, (A) se sentirán halagados; (B) ¡sentirán amor por ti! Lo que ellos llaman "amor", por supuesto. Amor de mono, claro. ¿Sabes qué es para ti el amor?:
-Tú eres bueno conmigo; yo soy bueno contigo, ¿si? Tú me das lo que quiero, entonces te quiero. No me das lo que quiero, entonces te detesto.
Se supone que esto es amor, pero es lo que yo llamo un buen "regateo". ¿A eso llamas amor? Entonces, ¡aquí viene la computadora! Oprimo la tecla roja... Lo alabaron y él se anima; ¡está tan feliz! Critíquenlo y opriman la tecla azul. ¡Ahora está por el suelo!
Cuando te dicen que estás bien, naturalmente, se supone que debes estar bien. Y cuando te dicen que no estás bien, no lo estás, ¡naturalmente! Se supone que debes sentirte deprimido. Se supone que esto es humano, naturalmente. A eso lo llamo "ser una máquina".
Desarrollaron en nosotros el gusto por drogas llamadas "aprobación", "éxito", "hacerlo a la perfección", "alcanzar el éxito, la afirmación, el triunfo, la victoria". Nos dieron poder, reputación, fama, prestigio. Nos dieron esta droga. Y, ¿sabes algo? Comenzamos a sentirnos bien.
Fue una especie de sensación de embriaguez, una magnífica sensación cuando nos aplaudían. Y empezamos a pensar que era magnífico ser famoso, exitoso, tratado con deferencia, popular. Resultado: cuando empezamos a crecer, ya nos podían controlar de la manera que querían. Todo lo que tienen que hacer es retener la droga. No te aprueban... ¡Qué preocupado te sientes. Te critican, no te afirman... ¡Síntomas de abandono! Vuelves a rastras para buscar reafirmación.
¿Sabes que, como resultado de esto, has perdido tu capacidad de amar? Porque cuando necesitas a alguien, no puedes amar a esa persona. Durante las 24 horas del día, consciente o inconscientemente, queremos algo de las personas que nos rodean. Tenemos miedo de lo que puedan pensar de nosotros. ¿Cómo podrías amar a las personas de esta manera, cuando dependes tanto de ellas emocionalmente?
Por supuesto que tenemos que depender unos de otros. Así es como se construye nuestra sociedad; compartimos nuestro trabajo... Para la cooperación del mundo, la dependencia es necesaria. No tengo nada contra esa clase de dependencia. Lo malo es depender de otro para tu felicidad. Pues entonces no puedes amar.
Cuando comprendes esto te das cuenta de lo encantador que resulta estar solo, no necesitar emocionalmente a los demás. Y, por primera vez, comprendes que puedes amar a la gente. No necesitas sobornarlos, manipularlos, impresionarlos, apaciguarlos. Finalmente, puedes amar. Nunca más podrás sentirte solitario. ¿Sabes qué significa sentirse solitario? Significa tener una necesidad desesperada de los demás, hasta el punto de ser infeliz sin ellos. El sentirse solitario no se cura con compañía humana; se cura con el contacto con la realidad, comprendiendo que no necesitamos a los demás. Podrás disfrutarlos, porque no los necesitas. El resultado es que ya no hay tensión. Los demás podrían pensar lo que quisieran, podrían decir lo que quisieran, sin problema. Tú no te sentirías afectado, pues te sacaron la droga del "sistema". Estás aún en el mundo, pero ya no le perteneces. Ya no pueden controlarte. Allí es donde comienza el amor.
¿En qué crees que la mayoría de la gente gasta su vida? ¡En impresionar a los otros! En asegurarse en que no son criticados y en obtener autoafirmación. Resultado: muy poca gente vive.
"Cuando seáis capaces de reíros de la vida en su propia cara, seréis soberanos del mundo... exactamente igual que la persona dispuesta a morir."
Pablo (de Capital Federal).
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