Todo lo que hay que saber sobre cómo vivir y qué hacer y qué debo y cómo debo ser lo aprendí en el jardín de infantes. La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino allí, en el arenero. Estas son las cosas que aprendí: Compártelo todo. Juega limpio. No le pegues a la gente. Vuelve a poner las cosas donde las encontraste. Limpia siempre lo que ensucias. No te lleves lo que no es tuyo. Pide perdón cuando lastimes a alguien. Lávate las manos antes de comer. Sonrójate. Las galletitas calientes y la leche fría son buenas. Vive una vida equilibrada; aprende algo y piensa en algo y dibuja y pinta y canta y baila y juega y trabaja cada día un poco. Duerme la siesta todas las tardes. Cuando salgas al mundo, ten cuidado con el tráfico, tómate de las manos y no te alejes. Permanece atento a lo maravilloso. Recuerda la pequeña semilla en el vaso. Las raíces bajan, la planta sube, y nadie sabe realmente cómo ni porqué, pero todos somos así. Los peces de colores, los hámsters y los ratones blancos e incluso la pequeña semilla en el vaso, todos mueren. Y nosotros también. Y entonces recuerda una de las primeras palabras que aprendiste, la más grande de todas: MIRA. Todo lo que necesitas saber está allí en alguna parte. La Regla de oro: el amor y la higiene básica. la ecología y la política, la igualdad y la vida sana. Toma cualquiera de estos ítems, tradúcelo en términos adultos sofisticados y aplícalo a tu vida familiar o a tu trabajo, a tu gobierno o a tu mundo, y se mantendrá verdadero, claro y firme. Piensa cuánto mejor sería el mundo si todos -todo el mundo- tomásemos galletitas con leche cada tarde a las tres y después nos acurrucáramos en nuestras mantas para dormir la siesta. O si todos los gobiernos tuviesen como política básica volver siempre a poner las cosas donde las encontraron y limpiara lo que ensuciaron.
Robert Fulghum
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