El dolor no deforma... transforma
Valió la pena, sufrir dolores de parto,
cuando al final se sostiene entre las manos
una nueva vida que el existir de la Madre
ha transformado.
Y el dolor que se experimenta en las pequeñas caídas,
cuando se dan los primeros pasos, se convierte en triunfo,
al lograr afianzar el caminar, luego poder correr,
y quizás hasta en sueños volar.
Un fracaso, asumido con madurez,
puede en un principio doler; pero al superarlo,
el alma se logra fortalecer; y más valiente
se hace el ser humano, ante cualquier reto
que se le presente o ante los diferentes
momentos que en su vida pueda tener.
Los padres que tienen un hijo especial,
desde un primer momento es tan grande el dolor,
que pueden llegar a pensar que no lo podrán superar;
pero con el tiempo y asumido desde la fe,
ese ser que en un principio causó dolor,
se llegará a convertir en el más grande amor,
y les enseñará a descubrir lo que realmente
en la vida tiene valor.
El perder un ser querido, deja el corazón destruido,
hasta que se logra ver la muerte desde los ojos de Dios,
y se transforma en esperanza el dolor;
esta tristeza que deja el vacío, nos enseña
a valorar a quienes a nuestro lado han quedado,
y que también son seres amados.
Si llegas a sentir hambre, aprendes
a valorar el pan que comes cada día.
Si superas una enfermedad,
vives más intensamente la vida;
si pierdes un amor por un error;
te esfuerzas por dar de ahora
en adelante, de ti lo mejor...
Así es el dolor, te hace fuerte, transforma el corazón.
Es necesario asumirlo desde la fe, porque así,
aunque sea demasiado fuerte ese dolor, no te detiene,
te enseña a ver el mundo con otros ojos,
y te ayuda a vivir mucho mejor.
Si careces de algo, valoras más lo que tienes.
Si sufres por alguien, llegas a amarlo más.
Si escoges el camino difícil, te haces más fuerte.
Si experimentas de cerca la muerte, aprendes a amar más la vida.
Si caes, adquieres destreza en levantarte.
El dolor no deforma, sino que transforma.
Hay quienes se quejan del dolor y el sufrimiento;
y otros que se van al extremo, les gusta
ser masoquistas y quedarse en ello.
El dolor no es un castigo, tampoco un estilo de vida;
no se trata de renunciar a vivir, ni de estancarse en él,
para decir que se ha de sufrir.
El dolor es un verbo más que se conjuga
en el ser humano, pero que debe ser asumido en paz,
enfrentarlo como un reto o como ese peldaño,
que al superarlo te hace fuerte, te enseña a valorar
lo que tienes, te asemeja a Aquel que por Amor,
su vida entregó e hizo del dolor, Redención.
El dolor no deforma, transforma,
es una gran verdad, y eso lo sustentan,
quienes al sufrir, sienten que han crecido
y se han fortalecido aún más.
Aquello que alguna vez te hace sufrir, al superarlo,
te hará feliz de verdad, te enseñará a ver la vida
con nuevos ojos, y podrás experimentar en tu corazón
una gran paz, que se hará presente en cualquier
momento que vivas, ya sea al reír o al llorar...
Todo esto define, esa gran verdad:
el dolor no deforma, transforma.
¡Con dolor se nace...pero Dios te ama!,
¡Con dolor se crece... pero Dios te calma!
¡Con dolor se muere...pero Dios te espera!