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Enviado: 14/10/2009 10:46 |
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DANZA
Los juncos se movían, las ramas de los álamos, la hojarasca, el agua en el estanque, las agujas del pino.
Y más acá la sangre de los hombres se mecía también, poseída de tanto movimiento.
Y más, y aún más acá, ya en el centro del alma, temblaban las palabras, al golpear los labios, para nombrar, sin más, los juncos del arroyo, el rumor de los pinos, la sangre, la hojarasca.
Miguel Florián |
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