GRACIAS
Mujer, la de esos besos, la de esos besos largos la de esos besos breves, húmedos y calientes, la del regocijado sonreír en la sombra que iluminó la vaga blancura de sus dientes; la de la casa humilde, con ventanas humildes, en la calleja oscura, soñolienta y callada; la que entre beso y beso me lo decía todo, aunque entre beso y beso no me decía nada; la del mirar risueño, la del reir risueño, la del querer ardiente, violento y extenuante; la que vivió conmigo, con nosotros, con ella, esa noche de amor, corta como un instante; la que turbó el solemne silencio de esa noche con las voces amargas y dulces del pecado; la que dejó en mis brazos, en mi ser, en mi vida eso que es el recuerdo de que nos han amado. Gracias, mujer, la inquieta, la de este pueblo quieto, la de esa noche alegre, porque tú la alegrabas; gracias, la de los rojos besos interminables, por esos besos rojos e interminables, gracias!
ROMEO MURGA
|