Pues bien, Ana como otras tantas, se enamoró locamente de él, de tal forma que cuando Luís perdió el interés en ella, Ana se suicidó por amor, por ese amor verdadero que creía haber vivido. No sin antes jurar que se lo llevaría con él para estar juntos en la eternidad. Dicen que el día de los muertos, Luís llevaba unas copas de más debido a que había tomado en un lugar de dudosa reputación, cuando de pronto vio en las sombras a una mujer de un cuerpo divino y de belleza sobrehumana, solo que en el rostro llevaba un velo negro en señal de luto. Luís quería acercarse a ella y ella se iba alejando más y más, hasta desaparecer... Todas la noches sucedía lo mismo. Él pensaba que iba a morir de amor. Y pasó una semana: fecha en la que su difunta amante suicida cumplía un año. Al pasar por el panteón de nuevo vio a la misma silueta de aquella bella mujer dentro del panteón pidiendo a gritos ayuda, y él, caballero, apresuró el paso en busca de la dama. Ana, al verlo dijo: - Gracias al cielo alguien me ha escuchado. El caballero le preguntó por qué estaba en el pateón y respondió: - Venía a ver a mi hermana, que hoy cumple un año de muerta. Un mal hombre la enamoró y ella se mató por él, ¿Qué crees que se merece? Por quedar bien con la hermosa dama contestó. - Merece ser enterrado vivo con la mujer a la que hizo sufrir, para que ella lo pueda amar. Y ella respondió. - Pues esto ha de pasar. Le agarró de la cintura y él, sumamente emocionado, le quitó el velo para verla... ¡¡¡Horror!!! La amante estaba allí, carcomida por los gusanos que se veían en su boca y ojos. Llo hundió sumergiéndole en la tierra, cumpliendo así su deseo. Mi abuela dice que le han dicho que por esos días siempre se escuchan los gritos desgarradores de un hombre mientras una mujer canta una canción nupcial.