Jazmín de la presencia
Qué dulcísimo asombro de nube o de gacela encendiendo, apagando, persiguiendo, ondulando, marea gris-azul, azul-gris, rosa-tibio clava en el aire ausente el ángel de tu ruego y destrenza la gracia y dona olas ilesas de asustado misterio para remos y velas.
¿En qué soplada tierra de huracanes seráficos, por qué nieves tatuadas en el azul errante, la inocencia del hombre, su llama imperturbable, obedientes prodigios, y bestias y relámpagos transparentes respiran en tu seno abrigado?
Esa comarca del rocío que algunas veces siento pesar sobre mis párpados. Novia del coral de ultra-cielo, Espuma de Dios sonriente, paloma de mis venas poseída. Tu frente de girasol en éxtasis llueve la deslumbrante atmósfera de una playa amorosa donde todos podemos recoger un consuelo como tesoros, conchas o astros por la arena.
Tu frente, que avanza provincias donde el caballo del viento rinde sus azares. Tu hombro reposado de arpas para que cada criatura le tome el color a su llanto y te lo entregue.
Tu piel centelleando de amanecidos misterios. Tu pecho acantilado del suspiro, tu celada mejilla donde el ámbar nutre su cambiante raza fina. Tus ojos fluyen entre las voces, resbalan por las plegarias, por los gemidos como cabellera peinada tiernamente. Y aquí yo; te pulso alabanzas, convoco: vengan algas, sirenas, extasiados corales, tierras de los náufragos entreguen sus tragedias y la paz desgarrada en húmedos remolinos, de vacíos crepúsculos.
Vengan risueños elfos y rostros de los dioses y su haz de tormentas; miremos a sus manos devolviéndole al oro la cálida vivencia, la minúscula rosa que aletea en su cuello y esa paloma fiel vigilándole el paso.
¡Ay temeroso cristal de mi sosiego! Avecillas del otoño indeciso que muere en el confín de la tarde, sombras de mi sangre y de mi rezo, flautas vistiendo de dulzura el aire; vengan a este alborozo.
Yo le miro la espuma, la impalpable azucena, el talle columpiado de musicales universos y un hemisferio puro me invade silencioso. |