MEDIODÍA
Crecen los gorriones en el aire, y la música infantil de alguna flauta sostiene el mediodía.
A duras penas el libro nos retiene.
Algún amor vendrá al zócalo azul de la ventana para a un país más bello rescatarnos.
A cada instante el dedo de algún ángel desmorona la carne contenida. Tras el cristal la mirada de un pájaro —la alegría infantil en los ojos del niño.
Aire por todas partes revolviendo los pliegues del hastío, elevando la falda enamorada de la mujer.
Y tiembla el corazón en la dicha de la piel que imagina. Es aire. Y luz que cierra el libro y adormece los párpados, es sed de barcos, de bocas deliciosas. Es hambre de islas lejanísimas.
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