Soy campo unificado por el Uno,
emanado de mística conciencia,
del labio creativo de la tierra
y soy, en mí, el mundo.
Quiero limpiar la herrumbre que me arruina,
el óxido mortal de mi andadura,
esa costra exterior, cendal de bruma,
enmarañado velo de la vida.
No miraré el reflejo
del azogue de negra oscuridad,
contemplaré la luz original,
me elevaré en las alas de su aliento.
Me atormenta el deseo abrasador
de alcanzar la verdad, de abrir los sellos,
medito sin sosiego
buscando la total reintegración.
Mi mente es caprichosa,
evasiva, febril y turbulenta,
tenaz en sus esquemas
y en vanas apetencias se desboca.
Si acallo el torbellino de mi mente
y trasciendo el umbral de los sentidos,
lograré el equilibrio
de eterna inteligencia subyacente.
Ceso en la lucha interna
del campo de batalla de mis sueños,
mi espíritu es guerrero
que compite conmigo en la contienda.
Se desvanecen sombras de la duda
si ahogo el grito carne del cautivo
con la elocuencia viva del sonido
escondido en mi estática envoltura.
Escucho al mensajero del espacio
que anida en mi interior
y genero moléculas de Sol
en el barro que pisa el pie descalzo.
Ansío organizar el orden cósmico
desde un humilde estado de vacío,
dinamismo infinito
estructura inicial del fin sonoro.
Mi silencio se hará nueva palabra
creadora del canto universal
compuesto con las letras de la paz
que vibran alborada.
Emma-Margarita R. A.-Valdés