EL CULPABLEUn joven fuerte de cuerpo pero debilitado por el hambre, se hallaba sentado en la
vereda con la mano estirada hacia los transeúntes, mendigando y repitiendo la triste
canción de su fracaso en la vida, padeciendo hambre y degradación.
Al llegar la noche, secaron se sus labios, debilito se su lengua y su mano aún se
hallabatan vacía como su estómago.
Con las limitadas fuerzas que le quedaban, consiguió salir de la ciudad
y sentarse bajo un árbol a llorar amargamente.
Entonces elevó los vacilantes ojos al cielo, mientras el hambre
lo carcomía por dentro, y dijo:
_ ¡ OH, Dios !, fui a ver al rico en busca de trabajo, pero él me lo negó por mis harapos.
Llamé a las puertas de la escuela y fui despedido por tener las manos vacías.
Pedí cualquier ocupación a cambio de pan cotidiano, pero fui repudiado por mi aspecto.
Al fin, me resigné a pedir limosna; pero al verme tus fieles,
¡ OH Dios ! , me decían que soy joven y fuerte y que la ciudad no debe socorrer
a los perezosos.
¡ oh Señor ! , por tu voluntad mi madre me dio a luz, y si existo en ti,
soy como tu has querido.
¿ por qué los hombres me niegan el pan cuando lo pido en tu nombre ?
En ese instante la fisonomía del joven cambió.
Se puso de pie y sus ojos relucían como astros.
Con una rama seca elaboró un grueso bastón e indicando con él a la ciudad, gritó:
Pedí vivir con el sudor de mi frente y nada obtuve;
colmaré mis deseos con la fuerza de mi puño.
Pedí pan en nombre del bien y los hombres no me escucharon,
entonces lo tomaré en nombre del mal y lo tendré en abundancia.
Los crueles años hicieron del joven un ladrón, asesino y exterminador de almas.
Aniquiló a sus enemigos y juntó una fabulosa riqueza, con la que superó a los
poderosos. Fue admirado por sus colegas, envidiado por el resto de los ladrones
y recelado por las multitudes.
Sus riquezas y fingida reputación influyeron sobre el emir para que lo designara
alcalde de esa ciudad: el triste comportamiento de los malvados gobernantes.
Entonces los despojos fueron legales; la autoridad estimuló la opresión; el exterminio
de los débiles fue un lugar común; las muchedumbres sobornaron y lisonjearon.
De esta manera, el hombre hace, por su avaricia, del indigente un criminal,
y por su dureza, del pacífico, un sanguinario.
KHALIL GIBRAN
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