
Una vez existió un hombre. Un hombre que miraba la luna y le decía que podía llegar a ella. Llevaba su guitarra a una montaña en las noches en que ella lucía en todo su esplendor y le dedicaba hermosas serenatas. Cuando ésta no se mostraba por completo, o se escondía, el hombre transformaba sus ganas de llorar en alegría, mediando la ilusión de poder verla mañana.
El hombre de esta historia se había enamorado de la luna. Sabía que estaba lejos, pero jamás sintió que fuera inalcanzable. A veces se conformaba tan sólo con saber que allí estaba e imaginando que salía sólo porque él estaba para verla.
Cada persona que conocía y a la cual le hablaba de su utópico amor terminaba burlándose de él y muchas veces lo hacían pasar por loco. El loco enamorado de la luna.
Estaba enamorado de la luna y no sabía porqué. Una noche, en que ella estaba espléndida, radiante, hermosa, mientras tocaba la guitarra para su amor, decidió buscar los motivos de sus sentimientos, ya influenciado por los comentarios ajenos. Sacó una libreta de su bolsillo y comenzó a escribir. Pero en cada ítem encontró un defecto. Estaba muy lejos, jamás iba a poder tocarla, su luz lo encandilaría, era demasiado grande para él, el sol se opondría y quizás acabaría lastimando a los otros seres vivos como venganza... Demasiados contras. Comenzó a atormentarse, a reprocharse, a reprimirse...
Y así fue como el hombre de la historia decidió comenzar a olvidarla, dejar de visitarla, porque sabía que de todas formas jamás la alcanzaría.
Todos nosotros somos el hombre de la historia. Y la luna es cada uno de nuestros sueños. Cambiemos el final, jamás la abandonemos.
Dulces sueños!!!!