- "Por supuesto, cumpleaños", respondí.
- "Vamos a celebrar la hora en que empezó Rae, y
antes de la cual ella no era. ¿Acaso eso es tan difícil de
entender?"
El águila curvó sus alas diestramente y aterrizó con soltura,
posándose en la arena del desierto.
- "¿Un tiempo antes de que empezara la vida de Rae?
¿No te parece más bien que es la vida de Rae la que empezó
antes de que existiera el tiempo?"
- "La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños
con un regalo", dije al halcón.
Tuve una extraña sensación al decir voy y pequeña
y cumpleaños después de hablar con el colibrí y el buho y
el águila, pero lo dije así para que el halcón comprendiese.
Debajo de nosotros, a lo lejos, se derramaba el desierto,
y al fin dijo:
- "Mira, entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos
entiendo es crecer".
- "Por supuesto, crecer", respondí. "Rae está más cerca de ser
adulta, un año más lejos de ser una niña.
¿Acaso eso es tan difícil de entender?"
El halcón aterrizó por fin en una playa desolada.
- "¿Un año más lejos de ser una niña? ¿Eso no suena como crecer?"
Y elevándose en el aire, partió.
Yo sabía que la gaviota era muy sabia.
Mientras volaba con ella pensé con sumo cuidado y
elegí las palabras de modo que, cuando hablara,
ella supuese que yo estaba aprendiendo.
- "Gaviota", dije por fin, "¿por qué vuelas conmigo a ver a Rae,
cuando en verdad sabes que ya estoy con ella?"
La gaviota descendió sobre el mar, sobre las colinas,
sobre las callas y suavemente aterrizó en tu azotea.
- "Porque lo importante", dijo, "es que tu sepas esa verdad.
Hasta que la sepas, hasta que verdaderamente la comprendas
puedes mostrarla sólo de maneras más pequeñas,
y con ayuda externa de máquinas y personas y aves.
Pero recuerda", agregó, "que el ser desconocida no
impide que la verdad sea verdadera". Y partió.
Ahora es tiempo de abrir tu regalo.
Los obsequios de latón y de vidrio se gastan en un día
y desaparecen.
Pero yo tengo un regalo mejor para tí.
Es un anillo para que lo uses.
Centellea con una luz especial y nadie puede quitártelo;
no se lo puede destruir. Eres la única en el mundo entero
que puede ver el anillo que hoy te entrego, tal como yo fui
el único que pude verlo cuando era mío.
Tu anillo te otorga un nuevo poder.
Usándolo puedes elevarte en las alas de todas las aves que
vuelan... Puedes ver a través de sus dorados ojos,
puedes tocar el viento que sopla por entre sus aterciopeladas
alas, puedes conocer el júbilo de llegar muy alto sobre el mundo
y todas sus preocupaciones. Puedes permanecer cuanto quieras
en el cielo, después de la noche, durante la salida del sol,
y cuando tengas ganas de bajar otra vez tus preguntas tendrán
respuestas y tus angustias habrán desaparecido.
Como cualquier cosa que no se puede tocar con las manos
ni ver con los ojos, tu regalo se torna más poderoso a medida
que lo usas. Al principio podrás usarlo solamente
cuando estés en el aire libre, observando al pájaro con el
que vuelas. Pero más tarde, si lo usas bien, funcionará con
aves a las que no puedes ver, y al final comprobarás que no
necesitas anillo ni pájaro para volar sola sobre el silencio
de las nubes.
Y cuando ese día te llegue, debes dar tu regalo a alguien que
sepas que lo usará bien, y que pueda aprender que las únicas
cosas que importan están hechas de verdad y alegría y no
de la latón y vidrio.
Rae, esta es la última fiesta que celebraré contigo,
después de haber aprendido lo que me enseñaron nuestros
amigos, los pájaros.
* No puedo ir a estar contigo porque ya estoy allí.
* No eres pequeña porque ya has crecido, jugando entre los
momentos de tu vida como lo hacemos todos, por la diversión
de vivir.
* No tienes cumpleaños porque siempre has vivido; jamás naciste
y nunca morirás. No eres hija de las personas a quienes llamas
madre y padre, sino su compañera de aventuras en una
luminosa jornada para comprender las cosas que son.
Cada regalo de un amigo es un deseo de felicidad, como
este anillo lo es para tí.
Vuela libre y dichosa más allá de los cumpleaños y a través
de la eternidad, y nos encontraremos alguna que otra vez
cuando lo deseemos, en medio de la única celebración que
jamás puede terminar.