EL DULCE MAL
Vuelvo los ojos a mi propia historia. Sueños, más sueños y más sueños... gloria, más gloria... odio... un ruiseñor huyendo... y asómbrame no ver en toda ella ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella del dulce mal con que me estoy muriendo.
Torno a mirar hacia el camino andado... Mi marcha fue una marcha de soldado, con paso vencedor, a todo estruendo; mi alegría una bárbara alegría... Y en nada está la sombra todavía del dulce mal con que me estoy muriendo.
Surgió una cumbre frente a mí; quisieron otros mil coronarla y no pudieron; sólo yo quedé arriba, sonriendo, y allí, suelta la voz, tendido el brazo, nunca sentí ni el leve picotazo, del dulce mal con que me estoy muriendo.
Volví la frente hacia el más bello ocaso... Mil bravos se rindieron al fracaso mas, yo fui vencedor del mal tremendo; fui gloria empurpurada y vespertina, sin presentir la marcha clandestina del dulce mal con que me estoy muriendo.
Fuerzas y potestades me sitiaron y, prueba sobre prueba, acorralaron mi fe, que ni la cambio ni la vendo, y yo les vi marchar con su despecho feliz, sin presentir nada en mi pecho del dulce mal con que me estoy muriendo.
Mujeres... por mi gloria y por mis luchas en muchas partes se me dieron muchas y en todas partes me dormí queriendo y en la mañana hacia otro amor seguía, pero en ninguno el dardo presentía del dulce mal con que me estoy muriendo.
Y un día fue la torpe circunstancia de quedarnos a solas en la estancia, leyendo juntos, sin estar leyendo, mirarnos en los ojos, sin malicia, y quedarnos después con la delicia del dulce mal con que me estoy muriendo.
ANDRES ELOY BLANCO
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