LA MANO
Tendí mi mano un día abierta al sol extendida, buscando con los dedos flacos, cazar el polen del cielo, coger los pájaros abiertos, curar la profunda herida.
Abrí mi mano de nuevo sobre los ojos del cuervo que vuela en la espesa jungla de la selva y el averno.
Volví a cerrarla cansada porque en ella no cabía, la grandeza de la rima que se aleja en la penumbra.
Tiendo esta vez la mano lanzada al rumbo del campo, buscando aprehender la nube que se escapa en el arcano.
La prefiero así que puño, la prefiero así que garra, esa mi mano funesta tan izquierda como diestra.
Pero hoy con gran desgano abro mis manos al aire y al roto confín lejano, encontrando solamente desengaño y cruel desaire, de ese par de ojos azules, que se escapan con donaire.
Y en ese tender y estirar de mi mano, paso el tiempo hasta llegar al final entre mi mano y el viento.
Roberto Reyes Cortés
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