Una de las grandes asignaturas pendientes de las mujeres contemporáneas, y por tanto de toda la sociedad, es la conciliación laboral-familiar.
Existen países europeos donde las madres pueden decidir si se dedican por un tiempo (o más) exclusivamente a la crianza de sus hijos porque cuentan con largas bajas remuneradas de maternidad (44 semanas en Finlandia, 50 en Dinamarca, 52 en Noruega y 64 en Suecia), ayudas reales como el sueldo sustitutivo alemán, flexibilidad horaria, altas tasas de teletrabajo, …
En cambio en España, cuando se acaba la insuficiente baja de 16 semanas las madres que desean criar a tiempo completo o parcial a sus bebés deben renunciar a sueldo, a prestigio social y a un dominó de pérdidas externas.
La verdadera revolución la veremos cuando los países prioricen el bienestar de los bebés, la lactancia y el apego sean prioridad de salud pública y las madres puedan decidir en igualdad de condiciones donde centran su energía porque ambas opciones sean visibles, viables y valoradas.
En cualquier caso, lo importante es la fusión emocional con los hijos y Laura Gutman lo expresa muy bien en este breve texto:
MATERNAR Y TRABAJAR
Solemos creer que maternidad y trabajo son incompatibles. Sin embargo no importa si trabajamos o no. Importa saber si logramos fundirnos en las necesidades de los niños pequeños en relación al contacto corporal, el cobijo, la lactancia, los brazos disponibles, la mirada, la quietud y la presencia durante las horas que sí estamos en casa, incluyendo la noche.
Siempre es posible seguir trabajando, si es nuestro deseo o nuestra necesidad, sin que el niño tenga que pagar los precios del abandono emocional. Con frecuencia utilizamos el trabajo como refugio y excusa perfecta para no someternos al vínculo fusional con los hijos. En cambio otras veces nos lanzamos a ese misterioso universo sin tiempo y sin bordes que es el contacto corporal permanente con los niños pequeños, sabiendo que esa hazaña es invisible a ojos de los demás, y que en ese territorio no recibiremos reconocimiento ni apoyo.
El problema no es el trabajo. El problema es la vuelta a casa. Pensemos cuántos minutos por día le dedicamos -de verdad- a la satisfacción pura de nuestros hijos traducida en piel, olor, leche, fluidos, abrazos y palabras llenas de sentido.
Cuando regresamos a casa, el niño que ya nos ha esperado con infinita paciencia siente que, ahora sí, ha llegado la hora de estar con mamá. A partir de ese momento merece ser resarcido, colmado de caricias, tiempo, abrazos y sonrisas y también merece recibir respuestas a sus reclamos legítimos ya que ha esperado estoicamente el regreso de su madre.
Si somos capaces de delegar todo lo demás una vez que hemos regresado a casa, si comprendemos que no hay nada urgente más que nutrir a nuestro bebe de caricias y leche, entonces el trabajo no será un obstáculo para el vínculo amoroso entre la madre y el niño.
Laura Gutman