Se levantó sin sueño, sin ganas de seguir acostado, como pocas veces le ha pasado. Quizás por la tranquilidad de saber que no iría a trabar por unos cuantos días. Qué alivio! Bañarse sin prisa, desayunar haciendo zaping en la TV, darse el tiempo para elegir la ropa, poner la música a todo volumen con las canciones favoritas y cantarlas a todo pulmón con el pecho henchido, sabiendo que es un gran día.
Con las lucas necesarias en la billetera para darse un gusto emprendió camino a calles conocidas, pero otrora visitadas, con el claro objeto de evocar pasos pasados.
La pastelería más tradicional de esas viejas ruas lo atrajo como imán a sus vitrinas y un kuchen de nueces se obsesionó en sus pupilas y papilas.
Al pagar el manjar en caja, una mano tan delicada como bella le entregó el cambio, e inevitablemente subió la mirada para comprobar si era consecuente con su rostro. Muchas gracias, le dijo la dulce vos detrás del mostrador, y la sonrisa y su mirada brillante terminaron por confirmar sus premoniciones matutinas.
Inevitablemente feliz salió de la tienda sin saber donde ir, pero con paso decidido a hacer algo más. A la vuelta de la esquina se interpuso lo preciso, una florería tan aromática y colorida que era imposible de ignorar. Déme un tulipán, un girasol y una rosa, por favor. Y volvió sobre sus pasos hasta la pastelería del barrio antiguo, con el corazón en la mano y mil palabras en desorden entre la boca y los sentidos.
Ella lo miró con duda y algo de preocupación, pensando que quizás se equivocó en el vuelto o el kuchen tenía algo malo. Pero cuando vió que en lugar del pastel aparecían flores y en lugar de quejas, disculpas e intentos de ordenar palabras, su rostro recuperó la sonrisa y sumó rubor en exceso.
Sin esperar respuesta, más que las tímidas gracias apenas oídas, salió sin retorno del lugar. Sabiendo que algún día volvería a tener un gran día.
Hoy se levanta cada fin de semana con la misma sensación de aquel día, sabiendo que no debe ir a trabajar, que no hay prisa, que hay más canales para hacer zaping y más canciones favoritas para oir a todo volumen.
Con las lucas necesarias en la billetera para darse un gusto emprendió camino a calles conocidas, pero otrora visitadas, con el claro objeto de evocar pasos pasados.
La pastelería más tradicional de esas viejas ruas lo atrajo como imán a sus vitrinas y un kuchen de nueces se obsesionó en sus pupilas y papilas.
Al pagar el manjar en caja, una mano tan delicada como bella le entregó el cambio, e inevitablemente subió la mirada para comprobar si era consecuente con su rostro. Muchas gracias, le dijo la dulce vos detrás del mostrador, y la sonrisa y su mirada brillante terminaron por confirmar sus premoniciones matutinas.
Inevitablemente feliz salió de la tienda sin saber donde ir, pero con paso decidido a hacer algo más. A la vuelta de la esquina se interpuso lo preciso, una florería tan aromática y colorida que era imposible de ignorar. Déme un tulipán, un girasol y una rosa, por favor. Y volvió sobre sus pasos hasta la pastelería del barrio antiguo, con el corazón en la mano y mil palabras en desorden entre la boca y los sentidos.
Ella lo miró con duda y algo de preocupación, pensando que quizás se equivocó en el vuelto o el kuchen tenía algo malo. Pero cuando vió que en lugar del pastel aparecían flores y en lugar de quejas, disculpas e intentos de ordenar palabras, su rostro recuperó la sonrisa y sumó rubor en exceso.
Sin esperar respuesta, más que las tímidas gracias apenas oídas, salió sin retorno del lugar. Sabiendo que algún día volvería a tener un gran día.
Hoy se levanta cada fin de semana con la misma sensación de aquel día, sabiendo que no debe ir a trabajar, que no hay prisa, que hay más canales para hacer zaping y más canciones favoritas para oir a todo volumen.
De vez en cuando es él quien cocina kuchen de nueces para ella y de vez en cuando es ella quien le regala tulipanes, girasoles y rosas.
Porque el amor puede ser más dulce si priman sonrisas y miradas transparentes.
Porque el futuro huele aflores cuando caminas sin ajenos temores.
Porque a la vuelta de la esquina puede estar tu felicidad y si equivocas el camino, pasarás de largo sin mirar .
Porque cuando quieras volver atrás, el o ella no estará más.