La Flor de Lirola
"El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado." Schiller.
La Flor de Lirolá
Por Roxana Rojas
i-elanor.typepad.com
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Mi mamá acostumbraba contarnos (no leernos) historias antes de dormir con ese mismo tono de voz, seguramente, con el que su adorada abuelita se los había contado a ella y a sus hermanas bajo la luz de una lámpara. El hecho es de que aquellos cuentos me producían los sentimientos más profundos, especialmente por el hecho de que mamá utilizaba nuestros nombres para representar a los personajes. Esos mismos cuentos se los leo ahora a mis hijas con hermosas ilustraciones y bajo la firma de Andersen, Perrault y los hermanos Grimm; todos menos uno, La Flor de Lirolá. Era el cuento más triste.
Yo era la niña que vivía con su padre y hermanos. El padre les decía a sus hijos que fueran en busca de la Flor de Lirolá y que el que la encontrase se quedaría con todas sus riquezas. La niña caminaba y caminaba por senderos desconocidos hasta encontrarse con una viejecita (en realidad era una hada) que le pedía un favor y ella, tan generosa, lo cumplía. Entonces, en agradecimiento la anciana le revelaba el lugar donde se encontraba la Flor. Mientras tanto los hermanos, que ya habían pasado por allí pero que ni siquiera se habían detenido a escuchar a la abuelita, seguían en su búsqueda dispuestos a todo. Cuando la niña regresaba con la flor repetía esta frase: Qué miedo si mis hermanitos supieran que he encontrado la Flor de Lirolá. Y la escondía detrás de su mandil. Mas tarde repetía la misma frase y escondía la flor bajo su sombrero. Por tercera vez repetía la frase y la escondía en su zapatito (siempre imagine una flor aplastada, pero mi mama me explicó que era mágica). .
Después de caminar y caminar se encontró con sus hermanos. Ellos le hicieron preguntas y luego buscaron: primero el mandil, luego el sombrero y finalmente el zapatito. Le quitaron la flor y acto seguido enterraron a la niña viva, de pie (esto me resultaba terrorífico, aterrador, profundamente triste y lo peor es que la niña se llamaba igual que yo, era yo) y se fueron a decir a su padre que habían sido ellos quienes encontraron la flor y que no sabían nada de su hermana. El padre lloraba al no poder ver nunca más a su hija pero les entregaba las riquezas (aquí siempre yo preguntaba por que no la buscó, pero mamá decía que sí lo hizo, pero no pudo encontrarla). Un día, un leñador pasó por el lugar donde se encontraba la niña enterrada, y como había pasado mucho tiempo, del cabello de ella habían brotado unos carrizos (hasta ahora busco en el diccionario lo que significa esta palabra, tenia la idea de que eran como bambu y creo que acerté). El leñador arrancó algunos de estos (a este punto yo siempre preguntaba si le había dolido a la niña y mamá decía que no, pues los carrizos también eran mágicos) y con ellos se fabricaba una flauta. Lo milagroso del asunto es que cuando el leñador se ponía la flauta en la oreja escuchaba la voz de la niña que decía: "Leñadorcito, leñadorcito, no me dejes de tocar, mis hermanitos me enterraron por la Flor de Lirolá". Un día el leñador pasó por la casa del padre de la niña (esta era la parte que me llenaba de esperanza y ánimo). El viejo escuchaba de lejos lo que decía la flauta. Llamaba al leñador y cuando se ponía el instrumento a la oreja escuchaba lo siguiente: "papacito, papacito, no me dejes de tocar, mis hermanitos me enterraron por la flor de Lirolá". Entonces le pedía al leñador que lo llevase hasta el lugar donde había arrancado los carrizos. Allí encontró y desenterró a su hija. En cuanto a sus hijos varones, los arrojo descalzos a la calle a un lugar donde había piedras calientes y les quitó todas las riquezas que ya habían estado disfrutando. La niña recibió todo los tesoros y fue feliz con su padre por siempre.
Aunque el final era alegre, el sentimiento en mi corazón me acompañaba toda la noche y en mis sueños, la tristeza infinita de ser traicionada por mis hermanitos y esa soledad, cuanto pesaba esa soledad de niña sin mamá. Ahora que soy adulta le he reprochado lo que sentía esas noches tristes y profundas. Ahora que lo pienso, debo agradecérselo. Con ese cuento ella me entrego el tesoro que había recibido de su abuela. Ese tesoro hizo que "la realidad no fuera solo un duro golpe del despertar" (como dice Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de Los Cuentos De Hadas), sino que hizo que mi vida sea "un universo mágico con dosis de realidad". Y aunque las situaciones en aquel cuento (como en muchos otros) eran espantosamente tristes o peligrosas, me mostraban que si uno se propone resolverlas, podrá llegar con éxito al final y salir triunfante. Creo que ese cuento tiene mucho que ver con que yo sea una persona fuerte. De ahí que ahora que soy adulta haya creado mi propio universo mágico con dosis de realidad. Me he casado con un Ogro (tipo Shrek), soy una Ogra (tipo Fiona), mi madre y mi padre son la Bella y La Bestia; y por ultimo, mis hijas las princesas más hermosas, soñadoras y encantadoras de mi mundo mágico y real. Y soy feliz.
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