Carta a un homicida A un Asesino.
¿Qué es tan difícil comprender lo que yo ruego?, Que me atosiga de impotencia y me entristece, No pido nada que mi daño no merezca Y no es injusto que yo busque hasta que encuentre.
Quiero un castigo a quien robara mis anhelos, Quiero que pague por matar hasta mis sueños, Quiero que sepa que su falta de criterio, Ha destrozado de mi vida su sendero,
Que siendo ajeno, nada menos que un extraño, Entro en mi vida, ni siquiera fue invitado, Y su presencia fue la pieza mas podrida, Que destrozara el corazón de mi familia.
Que alguien le diga que la vida no me alcanza, A maldecir por su maldad y su existencia, Que su bajeza le persiga día a día, Gritando siempre lo acribille su conciencia.
Quiero que cargue en su sentido eternamente, Este dolor, el de mi hijo y la agonía, Que cada lágrima lo azote cual tormenta, Que el provoco con su crueldad y cobardía.
Quiero que sepa que ha matado un ser querido, Un padre bueno, un hijo noble, un buen amigo, A quien la vida sonreía hasta ese momento, Que injustamente le robaran el aliento.
Lleva en tus manos esa mancha pues de sangre, Que te acompañe hasta la tumba, hasta el infierno, Y en otra vida se te cobre por cobarde, Si aquí escaparas se lo pagues al Eterno.
Que con tu mano destrozaste algo bendito, Rompiendo uno, separaste los caminos, Que con amor habían nacido, iban creciendo, Hasta que tú les estropearas el sentido.
Quien te permite caminar por este mundo, Si estas maldito hasta los huesos y en tu sangre, Corren las letras que te nombran “ASESINO”, Tú no eres más que un trastornado vil cobarde.
Que cada día que te levantes te atormente, Y tu presencia por destino sea impasible, Que nunca encuentres lo que calme tu conciencia, Pues no hay perdón a los que matan sin clemencia.
Que en todas tus noches recuerdes mi rostro, En que con ventaja y sin remordimiento, Me hicieras testigo del triste momento, En que con infamia mataras mi afecto.
Tal vez tu atrición hoy te obliga a excusarte, Más miéntele a todo el que pueda creerte, Tu mente lo sabe y no puede ocultarse, Te sabes expuesto por que eres culpable.
Y muestras orgullo por lo cometido, Ignoras completo con cruel sentimiento, Lo que provocaras con tu prepotencia, Maldita por siempre toda tu existencia.
Que te dio derecho de romper mi vida, Arruinar mis sueños y mis alegrías, Quien te ha permitido cruzar mi sendero, Robar su presencia sin decir... Te quiero.
Por que me has robado a quien mas amaba, Quien iluminaba todos mis momentos, Al matarlo a el, has matado mi alma, Destrozando a uno todos mis anhelos.
Más quiero que sepas que no hay un instante, En que no maldiga tú mísera estampa, Que todas las noches de insomnio enfermizo, Le ruego al eterno te mande un castigo.
Te odio y denigro tu infeliz figura, A cuantas personas dejaste abatidas, Mísero bellaco, bestia renegrida, Dejaste insecables, sangrantes heridas.
Sabido ya entonces de todo el desprecio, Deseo a tu vida, lo que la mia acongoja, Y si por tu mano solo habrá tormento, Sea por ella misma tu cruel escarmiento.
Que cada que salgas, sientas las miradas, Que todos te miren tal cual como eres, Y que te avergüence el andar por las calles, Que fueran testigos de tu disparate,
Sabes de quien hablo, no ocupo tu nombre, A ti dedicados todos estos versos, Que quemen tu dicha y la desmoronen, Como atropellaste tus mis ilusiones.
Diana Marquina
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