Anochece, el mundo se ha dormido entre tus labios
le meces y le arrullas lentamente
acunando el murmullo de perderle,
aunque le mimas, se escapa de tu lado.
Entre tu piel se ahogan paso a paso los gemidos,
tu cuerpo derrotado, se siente malherido,
mi pequeño ruiseñor, no tiene alas
dónde cobijar mis ojos doloridos.
Sentada en un rincón veo sollozos
que avanzan suavemente hacia mis manos
y al tomarlas frío y muerte las recorren
los sollozos, se vuelven más humanos.