LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN (Celebración festiva de la Redención)
2. Las Vísperas.
Las Vísperas de Pascua no ofrecen hoy notabilidad alguna,
pero en los ocho primeros siglos de la Iglesia,
constituían para el pueblo cristiano un verdadero
acontecimiento litúrgico. Por la mañana,
había ocupado la atención de todos el hecho
primordial de la Resurrección; en cambio,
por la tarde, eran los neófitos los héroes de la fiesta.
Vestidos ellos de blanco y rodeados de toda la asamblea
de los fieles, asistían a las Vísperas,
que, en Roma, celebraba el Papa
con toda la pompa pontifical.
Terminado el tercer salmo, organizábase una brillante
procesión para conducir a los neófitos
al baptisterio en que, la noche anterior,
habían sido solemnemente bautizados.
Encabezaba la procesión el Cirio pascual,
tras del cual iba un diácono con el vaso del Santo Crisma,
y, en pos de él, la Cruz mayor acompañada de siete
acólitos con siete candeleros de oro,
que representaban los del Apocalipsis.
Seguían el clero y el Pontífice, y, por fin,
los neófitos de dos en dos, y todos los demás asistentes.
Colocados los neófitos en derredor de la piscina,
el prelado incensaba las aguas bautismales,
mientras la asamblea continuaba cantando los demás salmos
y antífonas de Vísperas. De regreso a, la basílica,
los neófitos se estacionaban debajo del Crucifijo
que se elevaba en el arco triunfal,
para rendir homenaje al divino Libertador.
De La Red
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