La amistad
La amistad es una de las relaciones que los seres humanos estimamos más.
Con cuanto orgullo se le oye decir a una persona:
“Yo tengo millones de amistades.”
Sin dudas, las alegrías y las tristezas de nuestras amigas y amigos las compartimos muchas veces como algo propio.
No dejan de preocuparnos; no dejan de entusiasmarnos.
A este vínculo tan especial se han referido, en todas las épocas, poetas músicos y filósofos. Sobre tal asunto, una de las teorías más viejas y conocidas es la del célebre Aristóteles.
Decía el genial pensador de la antigüedad que existen tres tipos de amistades: de utilidad, de placer y de virtud.
Las primeras --refiere-- están basadas en nuestra propia necesidad e interés.
Son relaciones útiles de las cuales se obtiene algún beneficio.
Y, por tanto, funcionan mientras el vínculo que las sostiene se mantenga intacto.
Si recordamos la vieja canción de
Julio Iglesias,
“La vida sigue igual”,
veremos que recoge este rasgo en unas de sus estrofas cuando sostiene que, ante el fracaso, solo quedan a nuestro lado los buenos amigos. Y afirma:
“Los demás, se van.”
El segundo tipo, la amistad por placer, según el filosofo, está basada en la cantidad de goce y alegría que se recibe de ella, es decir, los amigos y amigas que únicamente se reúnen para pasarla bien, compartir fiestas y actividades recreativas.
Por último, el tercer tipo, es aquella que Aristóteles le daba verdadera connotación: Personas que comparten en las buenas y en las malas, que se quieren y están unidas por un vínculo fuerte de lealtad, honestidad y desinterés.
Esta amistad de virtud, al decir del eminente pensador, es realmente difícil de hallar en la vida y por ello también sentenciaba:
¡Oh, amigos míos, no hay ningún amigo!