Santuario
Nunca un lugar cobraría el sentido de un Santuario nunca las paredes y la cal me llegarían tan hondo en cada beso y cada huella, en cada pausa y estrella, te veía en los rincones que no tenía la casa por cocinar en intervalos por las pausas de los besos, por ti, tu belleza y tu gracia, por tu existir yo me expongo por tu bronce certidumbre que era el elixir del día por tu boca y tu alegría, moría yo en mi agonía como un silente regalo que a cada hora te daba.
Aquel lugarcito simple, cuarto, cocina y miradas aquellas ventanas claras de luces por las mañanas serán después que me vaya lo único que me lleve para atenuar mis desgracias y no mirar tus pisadas.
Allí en la distancia hiriente, allá en las manchas ingratas en el andar de la gente, en tu cuerpo y tu ensalada en tu saliva y tu sexo, en el sofá y en la cama vivirás tan inocente, inocente y descarnada en la dualidad pendiente que sólo llevan las Diosas y así en mi lecho de rosas, en mi asfixia y en mi almohada andaré por los recuerdos como desde el primer día.
¿Qué es el hombre que agoniza sin exaltar lo adorado? ¿Qué es un ser que satiriza sin reírse de sí mismo? más que un hueco en el desierto o un niñito sin helado... Una mueca para un ciego o los guantes para un manco... Que me lleve pues la brisa hacia un golfo sin respuesta y que la casa ya no exista como en obra sin remates si no pervive su dueña, que se la adueñó un buen día.
Se tiene un hogar nuevo, se encuentra un nuevo amor que todo lo prometía... Y se pierde dejando la estela del dolor...
Colaboración de Gabriel Marsala Venezuela
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