Mujer dormida
Desde aquí veo tu casa rodeada por el aire de esta mañana lívida. Veo tu puerta cerrada y el balcón entreabierto, siempre entreabierto para librarte de los sueños malos. Me asomo y veo tu cuerpo entre las sábanas, siento tu respiración lenta. Todo está vivo. La sangre cumple su trabajo y transcurre sin prisa por tus sienes para que tú te duermas. Miles de vidas siguen en un solo, prodigioso segundo de ese tiempo tan diferente al tiempo que nos manda a la calle y nos dicta sus leyes, nos obliga a correr y va pasando como pasan los ríos. Siento tu desnudo creciendo en la cama. Un cuerpo dormido nos entrega la paz del mundo. Me voy sin hacer ruido. Te dejo en el país construido por el sueño. Al irme siento que sonríes. Los ángeles del otoño, con un dedo en los labios, le ordenan a la vida que no te despierte.
Hugo Gutiérrez Vega
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