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La leyenda de la laguna La Brava
historia consabida por los integrantes
de la comunidad local de Balcarce.
Provincia de Buenos Aires - Argentina
En una época muy lejana, vivía a orillas de la laguna que ahora se llama "La Brava", una comunidad de aborígenes pacíficos y trabajadores; las mujeres, además, eran muy bellas. Cada vez que se bañaban en las aguas de esa laguna, agradecían a su dios Tupac por todo lo que tenían.
Cuentan que un día, durante una época de sequía, el agua de la laguna se evaporó. El cacique reunió a sus jefes para decidir entre todos qué se podía hacer. El sacerdote o hechicero pidió autorización para subir al cerro redondo a implorar a los dioses que enviaran lluvia y agua para la laguna. Cuando el sacerdote subió, toda la comunidad se reunió, día y noche, a rogar para que los dioses lo escucharan. Esto ocurrió varios días hasta que el sacerdote comprendió qué era lo que tenía que hacer.
Cuando bajó de cerro, todos se sentaron en un círculo y escucharon al hechicero que habló con voz muy triste: - ¡El dios de la laguna pide tres doncellas! En la próxima noche de luna llena, las tres más bellas y más dulces le deben ser entregadas, arrojándolas al centro de la laguna (que en esos días era un lodazal).
El cacique pensó y pensó y, después de un largo silencio, aceptó el pedido, sin darse cuenta que entre las doncellas elegidas estaría su primogénita de escasos catorce años… Era la jovencita más linda de la comunidad, igual que una flor silvestre, alegre, de risa cantarina, con una negra melena, brillante como rayos de luna.
Cuando el jefe supo que su hija estaba entre las elegidas, apretó sus puños y sintió dolor… La madre lanzó gritos de dolor, su rostro se cubrió de lágrimas y dijo: - ¡Mi hijita no! ¡No! ¡Es tan joven, tan pequeña! ¡Elige a otra! -ordenó enojada-. Tú puedes hacerlo, eres el que manda… - ¡Ella no! Imploró, arrojándose arrodillada a los pies de su marido. Mientras tanto el sol seguía quemando la tierra...
Fue entonces cuando el cacique le respondió: - Si elijo a otra, entonces otra madre sufrirá por ti, ¡las cosas son así!
Cuando llegó la noche indicada, las tres jóvenes, vestidas de blanco, como demostración de la pureza de sus almas, fueron arrojadas al centro de la laguna. Vistas a la distancia, parecían tres flores blancas… Así fue como el dios de la laguna las recibió.
Las madres gritaban pidiendo que les fueran devueltas. Pasó toda la noche y al comenzar el día todo se paralizó: no hubo viento ni pájaros hasta que el firmamento se sacudió. Negros nubarrones oscurecieron el cielo y un fuerte trueno retumbó. Cayó un rayo y, desde las profundidades de la tierra, en el medio de la laguna, una fuerza potente fue deglutiendo los cuerpos de las jóvenes. La laguna se estremeció; parecía que latía…
De pronto, el agua comenzó a brotar, recobrando el caudal. ¡Brava se tronó la laguna! El cielo se unió al gemir de las madres y las nubes lloraron gotas de lluvia acompañando las lágrimas de las madres.
Fue entonces cuando se escuchó la voz de las niñas. Las madres creyeron estar soñando y se tapaban los oídos… Pero igual escuchan unas vocecitas que decían: - ¡Madre! ¡No llores más! ¡Estoy aquí junto a ti para que no sufras!
Las madres levantaron sus cabezas y vieron tres aves que nadaban en círculos, majestuosas. Eran tres hermosos cisnes de cuello negro, como las cabelleras de sus hijas... Cada uno rozaba con su pico el pecho, como arrancando la pena... - ¡El dios nos devuelve a ustedes! ¡Mírennos, para aliviar el dolor !
Dicen que desde entonces hay cisnes de cuello negro en la laguna La Brava de Balcarce.
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